Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


La arquitectura con nueve sentidos

Alejandra Daniela Alcázar Prieto

"Nuestros diversos sentidos, que nos parecen tan personales que a veces nos apartan de los
demás, van en realidad mucho más allá de nosotros. Son una extensión de la cadena genética
que nos conecta con todo lo que en un momento u otro ha tenido vida; nos vinculan con otras
personas y animales, por encima del tiempo y las circunstancias. Son un puente entre lo
personal y lo impersonal, entre el alma privada y sus muchos parientes, entre el individuo y el
universo, entre todo lo que tiene vida en la Tierra ."
D. Ackerman

Hablar de arquitectura y no involucrar a los sentidos, es igual a producir una arquitectura acartonada, desconectada del ser humano, de alguna manera ésta toca nuestra vida, lleva inserta una dimensión de permanencia con algo de vulnerabilidad, interviene directamente en el paisaje, se relaciona con la ciudad y reactiva conexiones de vida, con lo natural, con lo poético utilizando todos los sentidos, no sólo aquellos sentidos que ya conocemos como el gusto, el tacto, el olfato, la vista, el oído, sino también sentidos internos como la memoria, inteligencia, voluntad y subjetividad.

La vista, al ser considerada el sentido por excelencia, en detrimento de los demás, obstaculiza el construir desde el habitar y consiguientemente, el cuidado de lo diverso desde la unidad. La hegemonía de la vista en las construcciones desvincula la obra de su pertenencia a la unidad del mundo, como si fuera algo separado y al servicio de quien en ella busca expresarse. Así es como la arquitectura deviene en un ejercicio narcisista: un nombre principalmente.

Sin embargo, las construcciones no tienen forma nominal, sino verbal: articulan, estructuran, facilitan o impiden, relacionan o separan.

Como afirma Pallasmaa, la experiencia arquitectónica es el "acercarse o enfrentarse a un edificio, más que la percepción formal de una fachada; el acto de entrar y no simplemente sentir el diseño visual de la puerta; mirar al interior o al exterior por una ventana, más que la ventana en sí como un objeto material (2)". Lo que esta afirmación significa es que el espacio arquitectónico es un espacio existencial, un espacio vivido y no meramente físico ni estético. Quizá me equivoque pero considero que Heidegger estaría de acuerdo.

Desde el habitar, la obra arquitectónica expresa el ser en el mundo del hombre, deja ser nuestra condición mundana y por tanto, presta atención a un múltiple cuidado: de tierra y cielo, mortalidad y divinidad. Una sociedad que marche hacia una creciente contaminación, velocidad, mercantilización y pérdida de lo sagrado, es una sociedad que no habita el mundo. Una ciudad que se olvida de lo bello, lo sublime y lo íntimo (3). Pallasmaa se refiere a la creciente experimentación en las ciudades de las sociedades tecnológicamente avanzadas de las sensaciones de alienación, distanciamiento y soledad (4).

El ojo es un órgano que hace distancia, el tacto es un sentido que acerca. La primacía concedida hoy al sentido de la vista, además de contar con una importante tradición, no es ajena al vértigo, la prisa y el ajetreo que caracterizan nuestra vida actual, ya que la vista es un sentido rápido, capaz de adaptarse a la velocidad de nuestro mundo tecnológico. Pero algunas consecuencias son la pérdida de cercanía, comunicación y riqueza existencial. De ahí que Pallasmaa proponga "una arquitectura del tacto para recuperar su verdadera finalidad. Sin embargo, todos los sentidos incluso el de la vista pueden considerarse "como extensiones del sentido del tacto" (5).

Nuestra civilización de la imagen nos afecta negativamente, algo que menciona Debord en su libro la sociedad del espectáculo quien nos invita a pensar sobre la conciencia y la manera en que nos podemos construir individualmente y nos ayuda a traer hacia nuestra vida un actuar reflexivo (6); en la arquitectura se han hecho proliferar construcciones impactantes, que seducen como un producto más del mercado y de la publicidad, sin considerar a su sentido intrínseco, unido al existir humano y al mundo. El resultado es un empobrecimiento fatal, por mucho progreso técnico que pueda exhibirse. Porque hemos perdido cercanía, corporalidad, cuidado, es necesario reivindicar la corporalidad y la riqueza sensorial humana en su conjunto. En nuestros sentidos no encontraremos el alcance cualitativo propio de los sentidos del animal, pero sí algo mucho más hondo: su apertura al mundo. Nuestros sentidos nos acercan el mundo uno y diverso de múltiples modos no sólo visualmente, de tal forma que cada sentido siente el mundo a su modo. Además, sentir el mundo es sentirlo desde la unidad de todos ellos.

Así lo ha puesto de relieve el filósofo Xavier Zubiri en su trilogía sobre la aprehensión humana: La inteligencia no está separada del sentir; no está separada del cuerpo . Proceder como si lo estuviera es un error. También lo es reducir la diversidad de los sentidos. Todos sienten "mundo", "realidad", "ser" y no sólo meros colores, sabores, sonidos, texturas, etc.; es decir, su alcance trasciende las diferencias sin anularlas, sino comunicándolas entre sí. Porque son sentidos abiertos al mundo: sintiendo desde la unidad, están abiertos a las diferencias y al cuidado de tierra y cielo, mortalidad y divinidad.

Si la arquitectura se proyecta desde el habitar, la unidad del mundo y la diversidad de los entes estará preservada, atendida, cuidada: la tierra no será arruinada, los cielos no se contaminarán sin remedio, lo sagrado no será desvirtuado y los humanos podremos existir nuestra mortalidad.

En el auténtico construir, en el habitar esencial y en la recíproca escucha del diálogo interdisciplinario podremos encontrar hoy una orientación para sortear los peligros que nos acechan desde todas las formas de narcisismo.

Nuestro tiempo sufre una gran crisis no sólo económica, sino también arquitectónica, se producen diseños y objetos con un desmedido protagonismo que se centran en la imagen del arquitecto estrella y los edificios como iconos. Así es como podemos observar una arquitectura desde la vista y para la vista, como lo sugiere Pallasmaa (8). Lo anterior trae en consecuencia que los objetos producidos adquieran una autonomía que en realidad no les corresponde y se olvidan de su verdadera finalidad: que el hombre pueda habitar poéticamente.

¿Cómo entender ese habitar poéticamente? Desde una mirada metafísica-existencial y arquitectónica sobre el habitar se puede entender éste como como un acto donde el hombre evoca resonancias espirituales donde se va afianzando su identidad y se reconoce en el día a día con las cosas que lo rodean, Heidegger nos habla de ese habitar poético en el mundo entendiendo este habitar en el sentido tanto físico- residencial de la morada como espiritual de la moral (9). El desarrollo de las ideas heideggerianas respecto al "ser de lo útil" rápidamente se sitúan ante perplejidades que dieron lugar al planteamiento de cuestiones tales como: el desmantelamiento de la relación entre lo útil y lo bello, reflexionando en torno al diseño y la arquitectura, todo esto en el intento de articular una poética de la habitabilidad.

Actualmente por muy amarga y amenazadora que sea la carencia de lugares donde nos resguardarnos para Heidegger la auténtica penuria del habitar no consiste propiamente en la falta de viviendas, sino que reside en el hecho de que los mortales primeramente necesitamos volver a buscar la esencia del habitar (10).

De ahí que resulte necesario y válido desarrollar un acto reflexivo, que nos lleve a preguntarnos por el sentido de ese habitar. Este pensar reflexivo se presenta desde una comprensión unitaria que abarca la cuaternidad o el cuadrante presente en la naturaleza (la tierra, el cielo, los divinos y los mortales) . Esta comprensión de la cuaternidad es radicalmente diferente al pensamiento representativo que fracciona y establece una separación y dualidad entre el hombre y la naturaleza. Todo ello nos lleva a reflexionar sobre el construir mismo, más allá de las simples reglas y técnicas de construcción y de las preocupaciones habituales de los urbanistas y arquitectos, para dirigir nuestra mirada desde una dimensión superior, más trascendente en relación con el hombre.

Se puede establecer una distinción entre dos modos de entender el construir: uno estaría referido a la palabra collere como cultura, cuidar y el otro, construir en sentido técnico o "arte de levantar edificios", en esta última actividad estaría incluida el habitar necesariamente. Sin embargo, para Heidegger, a pesar de que tanto el construir como el habitar es decir, estar en la tierra para la experiencia cotidiana del ser humano ha sido siempre lo "habitual", el sentido propio del construir (a saber, el habitar) ha caído en el olvido. En el construir se oculta algo decisivo: el habitar no se piensa nunca como rasgo fundamental del ser del hombre. Agrega Heidegger, que si somos atentos y queremos escuchar lo que el lenguaje nos quiere decir en su silencio, encontramos tres cosas fundamentales:

- Construir es propiamente habitar.
- El habitar es la manera como los mortales habitan la tierra.
- El construir como el habitar se despliega en el construir que cuida (es decir, que cuida desde el crecimiento) y en el construir se levantan edificios.

Acudiendo a otros campos de conocimiento los arquitectos podremos ser conscientes de que la arquitectura ha de atender a el "ser en el mundo" del hombre (12).

Tener una noción de las ciencias sociales tales como la filosofía, la sociología, la antropología, etcétera, nos permite obtener una aproximación a la voluntad creativa que podrá reflejarse en los valores formales de un objeto arquitectónico, evocando a las expresiones artísticas de un grupo social.

Ser sensibles ante nuestra realidad contribuye a la orientación de nuestras decisiones de diseño encontrando el sentido a eso que somos, mostrando un profundo respeto por nuestro pasado y cultura. Podríamos sugerir que la historia del arte se refleja en la voluntad creativa y en ese hombre primitivo (13) que nos sugiere Worringer el cual produce su propia arquitectura, basado en sus creencias, modos de habitar y de ser ahí.

La arquitectura actual está atravesando por una crisis donde falta la evocación de las relaciones históricas más íntimas de la humanidad, es una arquitectura que muestra el testimonio de nuestra realidad caótica, quizá sea una necesidad de expresión, sin embargo está alejada de ser un fenómeno artístico que trascienda en el tiempo, como lo es el gótico que parte de la revelación y el surgimiento de necesidades históricas humanas y comienza cuando los valores formales se hacen incompresibles como expresión de los valores internos desapareciendo esa dualidad entre la forma y el contenido.

La belleza en una obra arquitectónica está sujeta a un juicio de gusto, sólo se podría considerar belleza en el objeto, si aquel que realiza el juicio carece de concepto alguno sobre la belleza. Sin embargo después de haber juzgado el objeto como bello sería criticado por otro que considere que el objeto no lo es.

La arquitectura maneja dentro de su ámbito factores que hacen la función de conectores para que esta actividad se considere hoy como una de las bellas artes, pudiendo mencionar por ejemplo la belleza en el arte, solución de problemas técnicos en la ciencia, materiales y costos en la economía. Es quizá por ello que es la actividad más bella de las profesiones ya que el arquitecto debe tener cualidades de otras disciplinas y abordar aspectos fundamentales de cada una de estas.

Es inimaginable una ciudad sin arquitectura, al igual que la poesía esta pertenece a todas las épocas y se ha dado como una forma natural de expresión en la sociedad. La arquitectura nos exige mucho más oficio, en nuestros tiempos, ya que se encuentra perdida, sin poesía, sin esencia, sin significado, sin lenguaje, víctima de nuestras retinas, sólo se dirige a nuestros ojos como lo sugiere Pallasmaa "la arquitectura de hoy no es para la gente" (14), sin embargo me pregunto ¿acaso la gente de hoy es para la arquitectura? Me perece que el verdadero caos radica en que la sociedad que diseña y produce la arquitectura está pasando por crisis y eso se refleja en lo diseñado y producido, a eso habría que sumarle que gran cantidad de personas que no son arquitectos y se han dedicado a construir, nuestras intervenciones han quedado relegadas, los arquitectos tenemos mucho por hacer. Sería grato que la arquitectura nos hiciera vibrar, nos emocionará, nos ayudara a consagrar un instante y hacerlo nuestro, como los efectos que produce la poesía y ser solo nosotros quienes llevemos a cabo eso que llamamos arquitectura.

Nuestro lenguaje arquitectónico se muestra en el dibujo, las líneas plasmadas en cada trozo de papel aluden a nuestras emociones, sentimientos, temores, carencias a nuestra esencia en sí, de alguna manera nos vamos plasmando a nosotros mismos. Cuando evocamos a la poesía ésta va más allá de nuestras palabras, tal como sugiere Octavio Paz," el decir poético dice lo indecible" (15)

La arquitectura necesita ir más allá de una imagen, necesita tocar fibras más allá de donde se encuentra lo superficial, que en palabras de Paz sería "la experiencia de lo sobrenatural es la experiencia de lo otro" (16), un poema en arquitectura es algo más que técnicas constructivas y materiales, implica el reconocimiento de los seres para quienes se diseña y se produce un objeto. Ya que no hemos evocado a la poesía en la arquitectura, diseñamos objetos sin vigencia perdidos, sin diseño para los humanos, olvidamos que ellos son la base de nuestro desarrollo como especie, hemos perdido la poesía en la arquitectura, hemos dejado de ser humanos.

En la ciudad de Durango podemos apreciar una gran cantidad de obras de arte, sin embargo hoy me gustaría referirme al Palacio del Conde de Valle de Súchil. En este inmueble nos podemos percatar de aquello que Heidegger denomina lo cósico, es una obra que reposa en sí misma y nos da acceso a un goce artístico tanto público como individual. Obra construida durante la segunda mitad del siglo XVIII por el maestro Pedro de Huertas, nos brinda una majestuosa obra arquitectónica novohispana, elegantemente decorada para formar parte del paisaje urbano de la ciudad de Durango.

En aquel tiempo para que en Durango se llegara a construir un palacio de tal magnificencia, tenían que haberse conjugado muchos factores del desarrollo urbano y arquitectónico de la ciudad y de la fortuna de quien lo hizo construir, así como de quien lo construyó. Durango fue en el siglo XVIII una ciudad en crecimiento. El palacio es un ser-obra de la obra, ya que más allá de su magnificencia y dejando de lado la erección del edificio este logro consagrarse dentro de la sociedad duranguense. Este edificio sabe ser obra, se establece en el mundo, en ese mundo que nos sugiere Heidegger inobjetable y del que dependemos.

Sin duda alguna este es el palacio más espléndido de la región, cabe destacar la disposición de su fachada con dos cuerpos dispuesta en ochavo y la elegante decoración del segundo cuerpo, con pilastras estípites decoradas profusamente con motivos vegetales que parecen rematar en el nicho donde se encuentra la escultura de San José con el niño.

En el interior sorprende la magnífica arquería baja del patio, con columnas y arcos decorados con estrías zigzagueantes que contrastan con la sencillez de la parte superior.

El lustre que se advierte en la arquitectura de la Casa del Conde de Súchil, es la única pista que permite imaginar cómo la habitarían sus moradores originales. La organización de la casa de dos plantas alrededor dos patios, el principal y el de servicio y sus espaciosas estancias, nos hablan de una arquitectura privada, intima donde se podía evocar el recogimiento.

En la planta baja el zaguán contaba con entrada para dos coches; la disposición en chaflán y la retirada de la columna en la esquina del patio permitían el acceso y circulación hasta las dependencias interiores de la casa. El despacho y las demás oficinas del conde se organizarían alrededor del patio central en donde se pueden observar aun las arquerías en sus cuatro corredores, una escalera de dos rampas comunica con el piso superior. Se pueden observar restos de pintura de la época con roleos y motivos vegetales de color azul obscuro, sobre un fondo blanco, sugieren la riqueza en el adorno y la fantasía ornamental que en día se presenta incompleta en sus muros. En la planta noble se encuentran las estancias privada y aposentos, por lo que se puede observar el salón principal debió presentar un aspecto magnífico de amplias dimensiones, aún conserva una cubierta original de vigas de madera con labores de talla; sus tres balcones que abren hacia la calle. Con entrada independiente, el apeo y salida al patio de servicio, están muy separados del patio principal, en torno a las tres arcadas de este segundo patio están ubicadas la cochera, caballerizas y bodegas, la cocina y demás habitaciones del personal de servicio y doméstico.

La fachada en chaflán o en pancoupé constituye una idea verdaderamente novedosa en el México de esos tiempos, cabe destacar que el país sólo existen cuatro edificios con una solución similar (17).

Esta obra nos permite dar espacio como lo sugiere Heidegger nos da oportunidad de dejar en libertad lo que de libre tiene lo abierto y ordenarlo en el conjunto de sus rasgos.

Más allá de la materia prima con que fue creada esta obra, piedra, madera, bronce, palabra, sonido, color, esta obra está hecha por ella misma, es decir la obra como obra es en esencia algo que hace (18).

Sin duda este palacio inobjetable permite establecer un mundo y la hechura de la tierra, contribuyendo a ser obra de la obra. La obra permite captar la movilidad del acontecer en el ser de la obra.

La ciudad de Durango es un mundo en el que la apertura se abre en los vastos caminos de las decisiones sencillas y esenciales y lo configuran como un pueblo histórico. La obra del Palacio del Conde de Súchil no solo es una obra para admirarla, sino también para habitarla.

De alguna manera la casa del Conde de Súchil es esa casa natal de la que habla Bachelard aquella que "se sueña en la profundidad profunda del ensueño, se participa de ese calor primero, de esa materia bien templada del paraíso material" (19) es una morada que permite enraizarnos, que permite vivenciar, sentirnos cómodos. Las casas con un patio central son un microcosmos que nos remiten a esa poética del espacio. Es reconfortante salir de interior hacia el exterior en estas casas. Muchas de ellas cuentan con una fuente en medio del patio, la cual expide una agradable brisa, que trae consigo un olor a humedad que a manera personal me remite a mi infancia. Vuelvo a esa calidad primitiva de la que habla Bachelard, experimento un ejercicio de libertad.

Evocar a la casa-nido en lo arquitectónico permitirá regresar a ese lugar natural de la función del habitar. Siempre es reconfortante retornar a nuestro nido, después de un largo día de trabajo, donde nuestra alma es tan sensible y se restaura. El nido nos pone en libertad dentro de nosotros, nos brinda un ensueño de seguridad. "Así contemplando el nido nos situamos en el origen de una confianza en el mundo, recibimos un incentivo de confianza, un llamado a la confianza cósmica ¿construiría el pájaro su nido, si no tuviera su instinto de confianza en el mundo?" (20) Sin duda los pájaros construyen su casa onírica, nuestra casa es nuestro nido ante el mundo.

Atendiendo filosóficamente a la imagen poética es preciso llegar a la fenomenología de la imaginación, aquella que se origina cuando la imagen surge en la conciencia de esos seres complejos que somos los humanos, como un producto directo del corazón, del alma, del ser, que captan nuestra realidad y nuestro entorno.

Durango es una ciudad que habla, existen edificios, viviendas que muestran su vitalidad, porque cuando contienen personas se nota. El pausado sonido de las pisadas descalzas por el pasillo, el tac-tac-tac-tac del cuchillo picando la cebolla para el caldillo duranguense de la comida del medio día , la música de fondo en las salas o las risas de los niños correteando por las habitaciones. Una planta en la ventana que eso es para agradecerse.

Se dice que la diferencia entre un ciudadano y un turista es que los primeros siempre van mirando al suelo y en cambio quienes están de visita turística van siempre mirando hacia arriba, descubriendo las calles, las viviendas y los edificios, sean como sean. Y seguramente haciendo el mismo ejercicio de imaginación que hago yo al pensar qué ocurrirán en esas casas cuando se habitan en algún momento del día, qué están cocinando o si están leyendo.

Los recuerdos de las visitas a las ciudades son siempre en forma del "ladrillo emocional": edificios, casas y viviendas que contienen vida. Las fotos lo atestiguan. Esta plaza, este museo, esta calle, esta casa. El 80% de cada foto son edificios y nosotros siempre en un 2º lugar: "mira, aquí estábamos delante de la Catedral, y aquí delante del Palacio del Conde de Súchil".

Cuando recorres el centro histórico de Durango seas o no habitante de él, descubres otra ciudad. Tengo la suerte de vivir en él desde hace más de treinta años y siempre tengo la sensación de vivir en una etapa de la historia que ya pasó pero que se sigue construyendo día tras día. Me imagino a los mineros, a los artesanos en sus calles trabajando, a los niños jugando a las escondidas, a gente platicando en la Plaza de Armas y disfrutando de un rico helado. Me gusta imaginar mi ciudad plasmada en eso que observo al menos mentalmente.

En realidad soy muy afortunada de vivir en Durango, la mayoría de sus edificios me cuentan un cachito de historia que me hace pensar e imaginarlo y sobre todo no olvidarlo, aún y cuando se recurra a la escenografía, lo otorgo un valor intrínseco que me hace habitarlo poéticamente. Cerca de mi casa hay varios edificios que me hablan cada vez que paso delante de ellos, me explican, me preguntan. Nunca paso de lado, siempre hay un momento en el que casi de forma reverencial, te pones de frente y le saludas: "Hola ¿qué hay de nuevo?". Y allí, un ratito que nos miramos, pensamos y nunca nos despedimos porque entonces la magia del edificio hace el resto y te sigue hablando aunque no estés delante.

Hay momentos de la historia de nuestra ciudad que han dejado huella en mucha gente y que ahora más que dejar huella, lo que se pretende es que ese edificio nos relate lo que vio, cómo se siente y cómo nos invita a conversar. Es curioso los edificios nos invitan dialogar para que sigamos construyendo una historia que no es pasado sino presente, porque se sigue escribiendo. La hermenéutica analógica (21) siempre está presente en los edificios de mi ciudad y me permite hacer una interpretación equilibrada entre el sentido literal y alegórico que he venido narrando a lo largo de esta reflexión. Los edificios habitados por nosotros tienen la capacidad de traspasar el sentido superficial, para llegar a un sentido más profundo que nos invitan a encontrar varios sentidos cuando parece que los edificios sólo nos muestran uno. Cada edificio nos permite descifrar un código, un contenido significativo en el que es posible llegar a un acto interpretativo.

Es necesario reflexionar al respecto de lo anterior y se llega a concluir que es indispensable volver a habitar la tierra desde esa existencia que es precedida por la esencia, cada ser humano va formando su propia identidad tanto colectiva como individual, es un hacernos constantemente. Somos seres que constantemente nos estamos cuestionando, ya que de no hacerlo estaríamos huyendo a nuestra propia existencia, sin asumir la libertad como concepción fundamental del existir, pues existir es un ser abierto, un poder ser. El desarrollo de nuestro ser nos hace únicos, diferentes de otros seres, siempre tenemos la posibilidad que a través de nuestra existencia escogemos lo que hacemos, creamos y producimos lo que es característico a nosotros mismos y le damos forma a nuestra existencia de acuerdo a formas y valores que vamos aceptando y desechando. Es necesario que la arquitectura actual busque nuevas alternativas viables que manifiesten otra medida del ser humano.

Necesitamos dar un sentido humano a la arquitectura en toda la dimensión que posibilite su ser, si trascendemos la evolución histórica de la arquitectura y dejamos de verla como solo eficiencia tecnológica y de imagen, empezaremos a verla como una actividad cultural, desde una cualidad de enraizamiento en las estratificaciones más profundas de su cultura, para así llegar al corazón del que habita. Recordemos que antes del hombre no hay espacio, no hay lugar, todo es un mundo natural.


Notas

1. Ackerman, D, Una historia natural de los sentidos, trad. De C.Aira, Editorial Anagrama, 2000, p. 15
2. Pallasmaa, J, Los ojos de la piel. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2006, p.64
3. Kosik, K, Reflexiones antediluvianas, traducción y edición de Fernando de Valenzuela, editorial Itaca, México, D.F.2012, p.13
4. Pallasmaa, J, Los ojos de la piel. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2006, p.18
5. Ibídem p. 43
6. Debord, G, La sociedad del espectáculo, traducción y notas de Jose Luis Pardo, editorial pretextos,2ª. Edición, Valencia, España, 2003, p. 117
7. Zubiri, X, Inteligencia sintiente/inteligencia y realidad, Editorial Alianza 1ra. Ed. Madrid, España, 1991, pp. 314
8. Ibídem p.76
9. Heidegger, M, Construir, habitar, pensar. www. Artnovela.com.ar
10. Ibídem p. 3
11. Ibídem p. 4
12. Evocando este término filosófico utilizado por Martín Heidegger, quien ha investigado que significa la apertura al mundo del hombre y la problemática que conlleva, algo que no podemos dejar de tener en cuenta, pues dicha apertura hace del hombre una realidad única, incluyendo la dificultad de conducir su vida como la constante amenaza con la que carga el hombre.
13. Worringer, W, Estética y Teoría del Arte. La esencia del gótico, FCE, México. Copias de la Antología.
14. Periódico el país (2006/12/08) entrevista a Juhani Pallasmaa-arquitectura http://elpais.com/diario/2006/08/12/babelia/1155337575_850215.html
15. Paz, O. (2006) El arco y la lira: el poema, la revelación poética, poesía e historia, F.C.E. México, p.112
16. Ibídem p.p. 116
17. Martínez Rodríguez, Ma. Angélica, Momento del Durango Barroco: Arquitectura y Sociedad en la segunda mitad del siglo XVIII, Edición Urbis Internacional, Monterrey, N.L, México. 1996, p 327.
18. Heidegger, M. Arte y poesía, Traducción y prólogo de Samuel Ramas, F.C.E. México, 1978, p 67.
19. Bachelard, G. La poética del espacio, Traducción de Ernestina de Champourcin, F.C.E. Argentina, 2000, p 30.
20. Bachelard, G. La poética del espacio, Traducción de Ernestina de Champourcin, F.C.E. Argentina, 2000, p103.
21. Beuchot, M. Perfiles esenciales de la hermenéutica, Fondo de Cultura Económica, México, D.F, 2008.

Bibliografía

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Alejandra Daniela Alcázar Prieto