CITA 
        
        Bien sea en la orilla del río que  baja de la cordillera
          golpeando sus aguas contra  troncos y metales dormidos,
          en el primer puente que lo cruza  y que atraviesa el tren
          en un estruendo que se confunde  con el de las aguas;
          allí, bajo la plancha de cemento,
          con sus telarañas y sus grietas
          donde moran grandes insectos y  duermen los murciélagos;
          allí, junto a la fresca espuma  que salta contra las piedras;
          allí bien pudiera ser.
          O tal vez en un cuarto de hotel,
          en una ciudad a donde acuden los  tratantes de ganado,
          los comerciantes en mieles, los  tostadores de café.
          A la hora de mayor bullicio en  las calles,
          cuando se encienden las primeras  luces
          y se abren los burdeles
          y de las cantinas sube la algarabía  de los tocadiscos,
          el chocar de los vasos y el golpe  de las bolas de billar;
          a esa hora convendría la cita
          y tampoco habría esta vez  incómodos testigos,
          ni gentes de nuestro trato,
          ni nada distinto de lo que antes  te dije:
          una pieza de hotel, con su aroma  a jabón barato
          y su cama manchada por la cópula  urbana
          de los ahítos hacendados.
          O quizá en el hangar abandonado  en la selva,
          a donde arrimaban los  hidroaviones para dejar el correo.
          Hay allí un cierto sosiego, un  gótico recogimiento
          bajo la estructura de vigas  metálicas
          invadidas por el óxido
          y teñidas por un polen color  naranja.
          Afuera, el lento desorden de la  selva,
          su espeso aliento recorrido
          de pronto por la gritería de los  monos
          y las bandadas de aves grasientas  y rijosas.
          Adentro, un aire suave poblado de  líquenes
          listado por el tañido de las  láminas.
          También allí la soledad  necesaria,
          el indispensable desamparo, el  acre albedrío.
          Otros lugares habría y muy  diversas circunstancias;
          pero al cabo es en nosotros
          donde sucede el encuentro
          y de nada sirve prepararlo ni  esperarlo.
          La muerte bienvenida nos exime de  toda vana sorpresa.
        ÁLVARO MUTIS (Colombia)
         
        Poema publicado en el libro: “Dossier 1: Álvaro Mutis”; Editado y  publicado por Ediciones del Sur. Córdoba. Argentina. Junio de 2004. Páginas 42  y 43. 
  Fuente electrónica:  http://www.todacolombia.com/folclor/poesia/alvaromutis.html