La Casa  
          
          
          Circundada por selvas, bajo el cielo
          Siempre azulado, nuestra casa era
          Algo como el plumón y el terciopelo:
          Un tibio corazón de primavera.
          Se hablaba quedo en nuestra casa;
          Cierto que cobijaba tantas, tantas aves
          Que nos salían palabras suaves
          Como si las dijéramos a un muerto.
          
          Pero nada era triste; la dulzura
          Poníamos tan dócil armonía
          Que hasta el suspiro tenue persistía
          El mármol blanco de los corredores
          Parecía dormir un sueño largo.
          Las fuentes compartían su letargo.
          Soñaban las estatuas con amores.
          Cedían los sillones blandamente
          Como un pecho materno, y era fino,
          Muy fino el aire, así como divino,
          Cuando filtraba el oro del poniente.
          (...)
          
          ¿Recuerdas tú? La casa era un arrullo,
          Un perfume infinito, un nido blando;
          Nunca se dijo la palabra cuándo.
          Se decía, muy quedo, mío y tuyo.