Arquitectura y Humanidades

Propuesta académica
 

 
Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

 

Exploración poética de la arquitectura inmaterial
Casa Caballero / Luis Barragán.

Edgar Fabián Hernández Rivero


Cuánto se ha dicho de la arquitectura de Luis Barragán. Cuánto nos hemos acercado los amantes del espacio a su cosmogonía arquitectónica. Él y su obra guardan tanta fascinación como misterio, pareciera que todo y nada se ha dicho; y es que la verdadera arquitectura, simultáneamente, guarda y despliega, se encuentra en infinita construcción. Habitar significa reescribir una y otra vez, inclusive en el universo de lo inmaterial.

En la Casa Caballero -última vivienda proyectada por Barragán- esto es parcialmente cierto. La edificación, como tal, existe, pero una serie de sucesos impidieron su materialidad tal como el arquitecto la imaginó, tal como la habitó en su mente.

Hemos pretendido darle una lectura a esta obra como si de un poema se tratara, pero no sólo bajo la idea de que la arquitectura opera como lenguaje, sino lo que éste evoca y provoca. Para ello, recurrimos al registro de lo que Barragán visualizó, es decir, a la representación gráfica de la casa -los planos arquitectónicos y constructivos de la vivienda- como una búsqueda por entender la poesía contenida en ella.

El estilo característico de las últimas obras del autor se evidencia con cierta claridad en la Casa Caballero. La imagen exterior se configura a partir de prismas rectangulares macizos, a diversas alturas, que se encuentran en acción compositiva, con amplios vanos e intermitentes celosías; lo que en conjunto debe proporcionar una nutrida dinámica de luz y sombra. Al igual que un inquietante título en un poema, el enigmático orden exterior de la obra nos llama a descubrirla.

El recorrido interior se muestra concebido a partir de una serie de pequeñas y cuidadas experiencias. Los vestíbulos se bañan de luz indirecta por medio de cubiertas elevadas con acristalamientos laterales, brindando así una iluminación contrastante con los intrincados y obscuros pasos entre algunos elementos de la casa. Este diálogo interior/exterior debió alcanzar niveles casi místicos valiéndose de celosías en los andadores y patios. De esta manera, los espacios de circulación trascienden la simple mecánica de conectar actividades, en realidad nos conducen a experiencias de profunda significación. En la piscina interior, que incorpora respuestas similares, las cualidades del agua para proyectar la luz nos llevan a la cúspide del ideario de Barragán: la sublimación del habitar.

La fuerza con la que Barragán pretendió imprimirle valor al espacio no se reduce a lo etéreo, el mobiliario forma parte sustancial de sus obras y buscó conectarlo plenamente con la experiencia. Quizá la profundidad con que él vivía lo espiritual, le permitió conocer la esencia en las formas monacales, y esto formó parte de su lenguaje en esta vivienda; por ejemplo, los muros fueron engrosados a partir de algunos elementos de mobiliario -particularmente los espacios de almacenaje- para propiciar una atmósfera de resguardo y un vínculo con el exterior que semeja a la contemplación mítica.

El cuidado en los espacios de servicio es excepcional. Dispuestos en el nivel superior y resguardados por la altura de los pretiles, Barragán buscó una independencia digna para ellos, aquella que permitiera un verdadero enriquecimiento de la existencia de sus habitantes. Para ello, las azoteas se convierten en patios que enmarcan el cielo, pero en plena conexión con las actividades de lo terrenal.

Con estas breves referencias, concluimos que la Casa Caballero es una intensa muestra de la capacidad de un arquitecto por desplegar poesía espacial. Como toda expresión realmente artística, nos conduce a nuestras dimensiones más elementales y, a la vez, profundas; a lo universalmente compartido, a lo entrañable.


Edgar Fabián Hernández Rivero