Arquitectura y Humanidades

Propuesta académica
 

 
Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

Un diálogo con la soledad y el silencio
La obra de Luis Ramiro Barragán Morfín (1902-1988)

Claudio Daniel Conenna

 

"...la belleza, como la sabiduría, ama al adorador solitario..."
Luis Barragán
 
1.- Del silencio a la creatividad

La arquitectura de Luis Barragán es reflexiva, demorada, meditada y madurada, así como lo son también sus ideas y pensamientos expresados por escrito. El mensaje que nos transmite su obra tanto la arquitectónica como la filosófica es el de considerar el valor del tiempo con serenidad. Su actitud frente a la profesión de arquitecto es, por sobre todo, ética, no en el sentido formal del término, sino en el estrictamente humano. Los espacios arquitectónicos creados por él son sencillamente para dignificar la vida de su prój(x)imo, ahondando en la búsqueda de las profundidades psicológicas del ser humano. Propone una arquitectura especialmente para la vivienda individual en donde el hombre se encuentre consigo mismo y halle la paz necesaria que le permita recobrar sus fuerzas físicas y psíquicas. Así, obvia y combate cualquier gesto que intente vulgarizar o deshumanizar el hábitat humano.

Se trata de una arquitectura que apuesta sin tapujos a la auténtica calidad espiritual más que a la cantidad material. Sus obras no son tantas en cantidad, sin embargo son de muy buena calidad por la demora en el tratamiento de cada rincón o superficie o en la particularización de los detalles. En ellas es perceptible la madurez de las ideas re-elaboradas una y otra vez buscando alcanzar plenitud y perfección. La misma que incluía para sí mismo en su diario vivir. Por eso, es posible considerarlo como un poeta que vive plenamente los versos que escribe. No es casual que Emilio Ambasz en su texto sobre la arquitectura de Barragán la denomine autobiográfica.

Aquello que básicamente nos transmite su filosofía proyectual es una invitación a la privacidad y al silencio, ejes principales del recogimiento humano para que produzca reflexiones y pensamientos creativos. El ruido de lo público y la velocidad de nuestros tiempos resultan ser un impedimento a las resoluciones de fondo. En la vorágine y la sobrecarga de problemas a resolver no nos permiten vaciarnos emocionalmente de nosotros mismos para responder con solvencia creativa en cualquier actividad. Él, de manera contundente y categórica atribuye a la excesiva vida pública del hombre moderno que las respuestas arquitectónicas vayan siendo cada vez más públicas, abiertas y más de imagen que de contenido. De esta manera, la vida íntima e interior tanto la del hogar como la personal se van perdiendo. Tal vez, sea porque el hombre cada vez tiene más temor de enfrentarse a sí mismo, a su conciencia y a su verdadero ser. Esto nos conduce a que se viva más en público, superficialmente y fuera de sí. Como consecuencia de ello, la arquitectura lógicamente no puede quedar al margen de esta forma de vida, y genera así, un inexorable círculo vicioso.

En uno de sus pensamientos, a modo de corolario, aclara lo que venimos diciendo: "Toda arquitectura que no exprese serenidad está equivocada y no cumple con su misión espiritual".

2.- Unidad entre lo tradicional y lo moderno

La calidez de su arquitectura se ve reflejada en la respetuosidad por la privacidad y la reserva, probablemente como la cultura de su tiempo en la tierra que lo viera nacer, Guadalajara. Basado en esta actitud, se vuelve crítico de la modernidad, de las grandes superficies vidriadas que no le permiten al hombre encontrarse a solas. Uno de los ejes del pensamiento filosófico barraganiano apunta a valorar el sentido de misterio, descubrimiento, aventura y nostalgia en la vida e indaga cautelosamente el modo por el cual estos conceptos pueden ser transportados naturalmente al espacio arquitectónico. Con todo, su postura frente a la arquitectura tradicional o popular ha sido renovadora y moderna. No veía lo popular digno de ser superficialmente imitable sino como algo esencialmente recuperable. Consideraba que lo más anti-tradicional que existía era repetir una y otra vez la arquitectura vieja. La idea de la permanente actualización arquitectónica sin perder de vista los orígenes y las raíces propias de su tierra fueron la base de su pensamiento creador.

La verdadera tradición para Barragán es la contemporaneidad, vale decir, estar consubstanciado con la cultura de la época donde a uno le toca actuar. Un arquitecto tradicionalista que imita arquitecturas del pasado no es tradicionalista porque filosóficamente se contradice, ya que imita lo que alguna vez fue contemporáneo. De todas maneras, en ningún caso propicia la imitación sino el espíritu de creatividad que necesita todo problema arquitectónico para ser resuelto lo más ajustadamente posible, respetando el terreno, el clima y la cultura del sitio donde se debe intervenir.

Cada tema a resolver resulta una invitación a la reflexión profunda más que a la imitación superficial. El mensaje que nos lega su filosofía es precisamente dejarnos influenciar por lo esencial de la cultura en general y la arquitectónica en particular pero sin imitar vulgarmente en ningún caso las tradiciones pasadas ni las actuales. No academizar las ideas ha sido su consigna. Por otra parte, el pensamiento barraganiano se asemeja al corbusierano cuando de belleza estética o de arquitectura emocional se trata, aquella que conmueve profundamente al hombre que la utiliza y la vive. Ambos idealizan el aspecto psicológico que la arquitectura debe ofrecer, el que humaniza provocando en el hombre el sentido de admiración y elevación espiritual, el que supera lo funcional y tecnológico.

Su obra está tan cerca de la arquitectura popular mexicana como de la moderna. Este equilibrio se sustenta en el credo sobre una arquitectura, como la vernácula mediterránea, por ejemplo, nace de la tierra de modo semejante a las plantas de la naturaleza. En este sentido, se avecina a la ideología de la arquitectura orgánica que postulara Frank Lloyd Wright. Simultáneamente, sus propuestas integradas a las nuevas vertientes contemporáneas del diseño, las correspondientes a las líneas de la modernidad, develan su interés por estar culturalmente comprometido con el espíritu de su tiempo.

El maestro mexicano valora las arquitecturas populares del sur de España, del norte de Africa, particularmente en Argelia y Marruecos, y las de las islas griegas. Considera de singular importancia el crecimiento grupal, natural y orgánico de los edificios sobre el terreno, adaptándose a la forma y a las características naturales del sitio, como también la integración recíproca existente entre la casa y la ciudad en la urbanistíca. El mensaje es claro, no buscar la moda sino la esencia. De esta manera, se superarán las modas y se permanecerá siempre actual. La miopía espiritual del hombre, muchas veces, no le deja ver más allá del deseo de estar encasillado en la moda corriente de su tiempo. En otras palabras, busca inconscientemente más la caducidad y lo pasajero de la moda que lo permanente de la actualidad perenne.

Lo aparentemente contradictorio entre la significación de estar en contra del tiempo, pero a su vez con el tiempo, encuentra su explicación en las aguas profundas del entendimiento espiritual, el cual se halla muy distante de la aparente lógica superficial. En la esencia las cosas se clarifican. Barragán como muchos creadores de nuestra era, tuvo la capacidad creativa de ser actual en su propia época y aún más allá de su contexto temporal. Hoy a más de quince años de su muerte y a casi 60 años su primera gran obra: El Pedregal de San Ángel en la Ciudad de México, su actualidad lo hacen un clásico de la arquitectura, contemporánea latinoamericana.

3.- De lo filosófico a lo arquitectónico

La historia de la arquitectura está impregnada de arquitectos con una obra filosófica además de la proyectada y/o construida. Los escritos de Louis Kahn (1901-74) o los aforismos del Luigi Snozzi (1932-) y los pensamientos de Luis Barragán figuran entre los más representativos del siglo XX en tres países con culturas bastante distintas. Los tres representan una cultura diferente, pero comparten un ideal común como problema esencial de sus resoluciones arquitectónicas, meditada desde lo filosófico: la reacción psicológica del hombre en su hábitat.

Dentro de su terminología filosófica encontramos términos que parecen ir desapareciendo de a poco del diccionario de la arquitectura. Entre otros podemos mencionar los que él mismo menciona en su discurso de aceptación del Premio Pritzker en 1980: magia, enigma, misterio, sorpresa, encantamiento, inspiración, serenidad, silencio, intimidad, asombro, embrujo, sortilegio y belleza.

Se trata de un pensador de la intimidad en la arquitectura, la que colabora con el recogimiento personal más aún en un espacio tan propio como lo es el de la vivienda. Crítica el carácter de club que en el último tiempo viene tomando la vivienda por el ritmo de vida que lleva el hombre contemporáneo, quien termina haciendo de su propia casa un espacio público más que un lugar privado, íntimo para el individuo y la familia. Discretamente, sin mencionar de manera directa la Glass House (1949-50) de Philip Johnson en New Canaan, Connecticut, hace una reflexión crítica a las casas de cristal con una anécdota personal de su visita. Precisamente porque privan al individuo del rincón íntimo y protector que producen los muros macizos y la penumbra que ellos generan. Sin embargo, muestra admiración por la biblioteca de la ciudad universitaria en la Ciudad de México (1950-53) de Juan O'Gorman, por el aislamiento, serenidad, concentración y tranquilidad que proporciona el edificio a las exigencias espaciales interiores en el acto de leer.

Sin entrar en el terreno religioso acerca del concepto del recogimiento, lo que más bien se pesquisa es la sencilla idea de poder ahondar en uno mismo en determinados momentos, para encontrarse con sus problemas y sus propios sueños y disfrutar de la penumbra. Esta reflexión incluye una doble invitación. Primero la que contribuye a eliminar la carga de ansiedad que el ritmo de vida actual impone, y segundo, aquella que llama la atención a la honestidad de los arquitectos consigo mismos, quienes muchas veces por satisfacer sus propios caprichos formales y/o estéticos dejan de lado lo esencialmente vivencial interior que es lo más ético. De aquí que su cuidado por lo precolombino, lo colonial y lo popular con expresión contemporánea, ofrezca como resultado una arquitectura humana y renovada.

Lo que sí se presenta subliminalmente filosófico-religioso es la idea de integración de la arquitectura a la naturaleza, cuando la primera con sensibilidad y fineza engrandece a la segunda al tratarla con respeto y afecto sin agredirla y ligándose serenamente a ella. De tono similar es su concepción acerca del arte, al sostener: "Amad el arte por sí mismo y todas las cosas que necesitéis os serán dadas por añadidura". Esta definición tiene un acercamiento evangélico a la expresión de Cristo cuando dice "Amad el Reino de Dios y su Justicia y todo lo demás será dado por añadidura" (Mateo 6, 33).

Los pensamientos básicos de su filosofía gozan de los principios de sencillez y eternidad. Sostiene que es importante enseñarle a la gente a perseguir la belleza. A su vez afirma que le hubiera gustado encontrar una fórmula auténtica y real para que el hombre se tranquilizara en su casa. Ha creído en la arquitectura emocional, la que ofrece al usuario un mensaje de belleza y emoción, más aún cuando pensaba en los espacios abiertos y los jardines. Hay una vinculación extraña en su obra entre la belleza de los jardines árabes de la Alhambra y la magia que transmite la obra surrealista de de Chirico.
Los conceptos de misterio y soledad aparecen como común denominador.

Dentro del misterio y la soledad juega un papel preponderante la idea de enigma, la que recoge como mensaje individual cada observador ayudado por la arquitectura bien pensada y resuelta -jardín o construida-, vale decir, cuando ésta colabora a que el hombre penetre en sí mismo, medite, se aísle y despegue por un momento de la realidad general para encontrarse con la suya propia, la individual. Percibiendo y captando así los secretos y la magia de lo que detenidamente observara, logrará sentirse atraído, abstraído, absorbido, en paz y serenidad. Él mismo asegura que un arquitecto debe ser un artista que logre alejar la ansiedad y crear ilusiones.

4.- Forma, color y textura


Su arquitectura se caracteriza por gozar simultáneamente de una rigurosidad formal abierta. Diríamos a la manera miesiana, según éste la llevara a cabo específicamente en los proyectos para las casas de campo y en el Pabellón Alemán en Barcelona (1929). Al mismo tiempo, la austeridad y severidad conventual en la altura y la penumbra de los espacios interiores, retracta la escala y la luminosidad de las propuestas de Mies.

Los tonos ocres, rojos, naranjas, dorados, amarillos y violáceos entre otros, propician un alto grado de sensualidad. Tienen su proveniencia de la arquitectura popular, no sólo la mexicana sino la de distintos sitios del globo. Son colores de la tierra y sus productos, los de un atardecer en el campo, los de los frutos frescos, los de las ferias populares. Este manifiesto intenta hacernos entender abstraccionalmente lo esencial y lo propio para no caer en los gruesos errores de la banal imitación. Un ejemplo de ello es la ausencia del verde en su obra, seguramente para no competir con el verde tan predominante e inimitable de la naturaleza.

La textura en las superficies de sus obras por los materiales que utiliza, se torna absorbente y familiarizante para el observador por la belleza rústica de ellos pertenecientes y ligados a la tierra. La piedra, la madera, el ladrillo se vuelven bellas notas musicales en sus manos, los cuales junto con el agua, siempre presente, le dan un sonido de presencia envolvente al lugar. Los muros, creadores de silencio y recogimiento, aportan la escenografía necesaria para que el agua en su movimiento componga música y cree microclima.

Del mismo modo que un cuadro puede colaborar a la belleza de un muro, así es el complemento que aporta el color a la arquitectura. Sólo que la arquitectura necesita de la luz y la penumbra para la jerarquización cromática de una superficie y un espacio. El color asociado directamente a la pintura artística viene a resultar la fuente de inspiración su obra. Jesús (Chucho) Reyes Ferreira y los surrealistas de Chirico, Magritte y Delvaux serán sus más importantes inspiradores. No es casual que la preocupación del arquitecto por una arquitectura emotiva sea tonificada por el uso de colores intensos. Ellos emocionan, provocan placer, sensualismo y también regocijo.

El ángulo recto y la precisión regularizada y rústica de los muros sumados a la escala de los espacios, con la atmósfera de silencio, intimidad y soledad que crean, se asemejan al espíritu de la arquitectura monástica cistersciense. Las fuertes tonalidades manifiestan, sin embargo, lo mundano, lo pupular, local y regional. Como si la espiritualidad de la arquitectura religiosa monacal-medieval cristiana católica, de la que don Luis fuera ferviente creyente, hubiera sido re-elaborada y adaptada al lugar de la nueva implantación unos cuantos siglos después acorde a los matices existentes en el mundo latinoamericano. Con todo es de resaltar que entre lo monacal y lo popular-local también se hace presente la cuota de actualidad, buscando la clasicidad de lo perdurable en el tiempo, más que la temporalidad de la moda. No podemos dejar de reconocer que la esencia, permanentemente, innovadora del movimiento moderno está presente en su obra.

Estos últimos conceptos muestran de por sí cuan propio, variado y complejo es el proceso de diseño de Barragán. Desde una perspectiva analítica, podemos advertir una prolija re-elaboración de conocimientos basados en su visión crítica de la historia de la arquitectura, sus lecturas, su cultura pictórica sumando las experiencias personales de sus viajes. Lo aparentemente sencillo de sus notas compositivas tales como la tipología a patio, el juego de planos horizontales y verticales, el uso del color y del agua, producen estructuras complejas y finamente diseñadas. Con estos elementos el arquitecto mexicano busca crear, en el programa arquitectónico que fuera, la emoción estética que provoca en los usuarios la sensación de bienestar, tranquilidad y protección.

Aunque su arquitectura se defina como emocional, es evidente que comienza por ser ante todo funcional para alcanzar luego la dimensión plástica y cromática. Y aunque busca la belleza estética, al mismo tiempo, es riguroso y nos invita a tener presente el fino detalle diferencial entre lo fotografiable y lo habitable. Motivo por el cual critica, por ejemplo, las viviendas acristaladas de su admirado colega y amigo Richard Neutra en el desierto que anulan completamente la penumbra. Anunciaba igualmente respecto a este tipo de arquitectura, que si bien es de buena calidad, encierra un peligro muy grande ya que si es mal entendida, su imitación puede dar como resultado hechos construidos pobres y superficiales.

En este punto es necesario remarcar que el uso del color intenso tan frecuente y característico en su obra no es más que la primera impresión de un trabajo mucho más profundo, el cual culmina con el color. No todos los arquitectos que usan colores intensos en sus obras alcanzan el nivel de calidad y substancialidad que encontramos en su arquitectura. Sería un error hacer este tipo de comparaciones tan frívolas. En su obra es posible advertir más allá de la aparente sencillez una fina articulación de formas y superficies exteriores, las cuales responden a una atenta espacialidad enriquecida por el fino estudio de la luz en toda su graduación para generar una atmósfera adecuada a la función que alberga. Luego y como detalle final, viene el color a definir y jerarquizar el largo proceso proyectual, el gesto de terminación que toda obra requiere.

La diferencia fundamental entre los esencialistas y los superficialistas respecto al uso del color radica en que los primeros subordinan lo cromático a sus espacios, formas y superficies arquitectónicas, mientras que los segundos, intentan con el color crear una ilusión y enmascarar el vacío del contenido arquitectónico que padecen sus obras-construcciones.

5.- Acerca de la belleza barraganiana

Luis Barragán no era un teórico de la arquitectura, sino más bien un intuitivo pensador asceta, y sus definiciones eran claras, sencillas y contundentes, lo cual hace que puedan ser consideradas como sabios postulados teórico-críticos de la disciplina. Solía decir que la base de la buena arquitectura es que sea bella. La consigna en este caso es entender la noción de belleza como corolario de verdad, aquella que es inalterable y única más allá del gusto subjetivo o lo artificialmente verdadero. Se trata de la belleza que se halla en la sinceridad de cada cosa material o inmaterial.

La belleza está en la sincera espontaneidad de la arquitectura popular muchas veces construida sin arquitectos. Lo hermoso-atractivo es como lo erótico: contingente, mientras que lo bello es como el amor: eterno. No es por casualidad que Platón en uno de sus diálogos del "Banquete" defina al amor como el eterno admirador de la belleza. Estamos en presencia de un principio eminentemente espiritual asociado al mundo de lo ideal, contrario al de lo superficialmente atractivo, ligado a la forma física fenoménica y en consecuencia aliado al mundo material.

La idea de belleza pareciera ser para don Luis esa virtud purificadora orientada hacia la unicidad e integridad interior del alma, la que le da espaldas al mundo de la dispersión. La idea de belleza como se puede percibir en la concepción barraganiana se acerca en su espíritu a la de los filósofos griegos, cuando estos definían las entidades o esencias de las cosas. Para Sócrates, la Belleza estaba a la altura de la ciencia y la virtud con un valor absoluto. El punto de partida de la reflexión sobre la belleza estaba dada, según Platón, en la atemporalidad y la perfección de las cosas, lo que requiere para descubrirla, la contemplación, acto que ejercitara y buscara intensamente Barragán. Él mismo nos deja como mensaje que la belleza que debe buscar el arquitecto ha de estar basada en sus condiciones innatas o destreza empírica, y a continuación, en el cultivo del conocimiento científico para poder verificar lo que hace. Ésta concepción lo aúna más a la filosofía socrática.

Sus obras son desnudas de ornamentos y revestimientos superficiales, como las obras escultóricas clásicas, que manifestaban la belleza del hombre en un desnudo. La belleza como la verdad es desnuda y muestra la sencillez más primaria de las cosas. Las formas arquitectónicas puras cuando están desnudas tienen su valor más auténtico y genuino.

De todos modos, si el pensamiento filosfófico es demasiado físico o lógico para interpretar la obra del maestro mexicano, podríamos avanzar todavía más en la historia y descubrir cuantos postulados de su forma de ver la vida y la arquitectura se acercan a varios principios metafísicos o de fe heredados de los místicos padres del paleocristianismo y de Bizancio.

Resulta muy difícil renunciar a la tentación de definir a Barragán como un genuíno filócalos o amante del bien y la belleza. La filocália ha sido un tesoro de sabiduría para los padres népticos donde la sobriedad, el permanente estado de vigilancia y contemplación resultan ser las claves de una auténtica vida humana. La esencia de los apotegmas que nos dejaron los padres del desierto parecen estar directamente relacionados con el léxico de Barragán. La búsqueda de la soledad, la sobriedad, la observancia atenta y la hésychia para salvaguardar la integridad de la salud espiritual resultan ser los comunes denominadores entre la espiritualidad de los monjes místicos del cristianismo de Oriente y el arquitecto centroamericano.

Sin adentrarnos demasiado en especulaciones metafísicas aquello que intentamos aseverar y demostrar en este ensayo es el grado de profundidad del pensamiento barraganiano respecto al arte creativo de la arquitectura, y la necesidad de una actitud permanente de atenta auto-cultivación, la que le permita al arquitecto pulirse, mejorarse, sensibilizarse, refinarse cada día y acercarse en algo al concepto ideal de belleza y perfección. Las obras, por las cuales ha sido distinguido tienen valor precisamente porque cuando nos adentramos en su análisis logramos descubrir que no sólo se hallan plenas de practicidad funcional, belleza cromática, formal y espacial, sino también impregnadas de epistemología psicológica.

6.- Obras e Influencias


Lo antes dicho se puede ver reflejado aún mejor cuando es posible verificarlo en su obra proyectada y construida. Aunque Luis Barragán se recibiera de ingeniero con cursos complementarios de arquitectura en 1924 la obra que llevaría a la posteridad es aquella que realizara entre 1945 y 1976, vale decir, entre los 43 y 74 años de edad. Durante estos treinta y un años de actividad, en plena madurez, podemos distinguir las obras más sobresalientes y brillantes de su carrera. Programáticamente, la podemos dividir en tres:

a) Las realizaciones paisajísticas,
b) Las viviendas unifamiliares y
c) Dos intervenciones: una urbana y otra de restauración.

a) Las realizaciones paisajísticas

En el accidente geográfico del terreno está la terapia artística lo cual verifica claramente que en el problema mismo es posible encontrar la solución. Un ejemplo evidente de ello es la propuesta para El Pedregal, San Angel, Ciudad de México 1945-50. En una zona desértica de casi 900 acres, cubierta por resto de lava perteneciente a la erupción de un viejo volcán, el arquitecto desarrolla un master plan, el cual, incluía viviendas, plazas, fuentes y jardines. El plan estaba basado en una regulación que ordenaba una intervención mínima por la mano del hombre y utilizando especialmente para el diseños de los jardines elementos del lugar (plantas nativas y formaciones volcánicas).

Cuando el accidente geográfico se ausenta y hay que apelar a la imaginación y recurrir a la memoria, el caballo parece ser para Barragan el elemento inspirador en Las Arboledas 1958-61, Los Clubes, 1963-64 y Establo, Casa y Piscina San Cristobal, (Los Clubes), 1967-68 en la Ciudad de México. Además de viviendas y jardines diseña para estos conjuntos, huellas de recorrido y estructuras de apoyo para los animales y los jinetes. La idea central es intercalar los elementos naturales existentes con los diseños minimalistas entre miesianos y neoplásticos de los canales de agua y los muros en "L", buscando de manera escultórica crear espacios de protección, intimidad, sombra y, sobre todo, patentizar gentilmente la presencia de la mano del hombre a través de la geometría.

b) Las viviendas unifamiliares

En el diseño de este tipo de viviendas se verifican dos conceptos interesantes de remarcar por la evolución que manifiestan. Se trata de la tradición mexicana modernizada en conjunción con un cierto modernismo internacional no industrializado, en otras palabras, con materiales no estandarizados. Con el juego de luz y penumbra que crean los planos en "L", los cuales crean un sinnúmero enigmático de rincones, sumado a la sobriedad y austeridad de sus elementos constitutivos de construcción, estas viviendas gozan de un misterio casi monacal. Cuatro ejemplos clásicos que representan estos pensamientos son: a) Casa Luis Barragán, Tacubaya, Ciudad de México 1947, b) Casa Prieto López, El Pedregal, San Angel, Ciudad de México 1945-50, c) Casa Galvez, San Angel, Ciudad de México 1955 y d) Casa Gilardi, Tacubaya, Ciudad de México 1976.

La calidez que ofrecen las casas de Barragán está dada por el uso yuxtapuesto de los materiales, en su mayoría naturales y su tratamiento en rústico, muros revocados en grueso, pisos de madera o piedra, techos de madera, ladrillos a la vista en lugares semicubiertos entre otros. A ello debemos sumarle la sensible y sutil presencia del agua y del color.

c) Dos intervenciones: una urbana y otra de restauración

El maestro de la atmósfera mística fue llamado a su oficio. Aquello que venía desarrollando en sus viviendas lo podrá desarrollar plenamente en la restauración de la Capilla y el Convento de las Capuchinas Sacramentarias Tlalpan, Ciudad de México 1952-55. Con el color y los materiales le da una nueva y renovada tonalidad a la arquitectura para la espiritualidad, la que necesitan los edificios religiosos contemporáneos para la revitalización del alma del hombre moderno. Ensaya un nuevo tipo de armonía y serenidad a través de los tonos dorados y naranjos, los cuales, por el dramatismo que generan podrían asociarse al drama del barroco pero, en este caso en cuestión, con tono contemporáneo y minimalista. En otros términos, lo real maravilloso de la literatura latinoamericana que alcanza connotaciones surrealistas aparece traducido mágicamente en su arquitectura.

La intervención urbana va asociada a lo netamente escultural, nos referimos concretamente a las cinco torres símbolo de Ciudad Satélite, en la avenida Querétaro, Ciudad de México 1957 desarrolladas en colaboración con el artista Mathias Goeritz. Lo más llamativo de su diseño son las formas triangulares en hormigón de encofrado rústico, la escala, sus alturas, las cuales, varían entre los 30 y los 50 metros en contraposición con la horizontalidad de la zona y como remate final, el uso del color, cada una aparece pintada con un color diferente. En esta obra el toque surrealista se hace aún más visible y presente.

Más allá de las influencias que ejercieran sobre Barragán la arquitectura árabe en España, los Jardines de Ferdinand Bac y los pintores surrealistas, tres personajes importantes de la cultura mexicana serán en lo artístico quienes de algún modo influirán y realimentarán, cada uno a su manera, con sus actividades y colaboraciones directas la sensible creatividad barraganiana. Ellos son: el pintor Jesús Reyes, el escultor Mathias Goeritz y el fotógrafo paisajista Armando Salas Portugal, como lo demuestran las obras tratadas.

7.- Armonía y sinfonía arquitectónica a modo de corolario

Ambos conceptos, relacionados directamente con las composiciones musicales vienen a definir en estrecha conjunción las relaciones espaciales, formales, funcionales y constructivas de sus obras y proyectos. Así como en la armonía musical, en la arquitectónica se hace presente la idea de equilibrio simétrico o asimétrico, de ajustamiento y combinación ordenada de formas y espacios diferentes. Igualmente como en la sinfonía musical se presenta la idea de acordes articulados, en la arquitectura se hacen ostensibles las concordancias tonales y cromáticas.

Aunque en estas dos nociones de armonía y sinfonía arquitectónica, verificables en los proyectos mencionados, aparezcan transformaciones y/o jerarquizaciones formales, espaciales, volumétricas o cromáticas, podemos aseverar que ellas quedan incólumes precisamente por no ser malformada su esencia generadora.

En las intervenciones, especialmente las de la gran escala paisajística, se exhiben, con notable actitud de tacto como norma, un equilibrado diseño entre lo rústico proveniente de la naturaleza y lo racional propuesto por el arquitecto, a saber: escalinatas, muros, espejos de agua, cultivos de césped, entradas, cercos entre otros elementos.

Lejos de cualquier quimera o dogmatismo y con sentido crítico y autocrítico objetivo el arquitecto observaba profunda y lentamente el terreno donde debía actuar, la historia de la arquitectura en general y su propio pasado individual en busca de soluciones genuinas y generosamente humanas y contextuales.

La armonía lograda para un hecho arquitectónico entre obra de arte, objeto bien construido y espacio placenteramete habitable son principios apodícticos de su hiper-sensibilidad hacia la buena calidad de las cosas que, creará con su mente. Se trata al final de una mentalidad o actitud de vida transportada directamente a la creatividad arquitectónica, donde lo que no fuese refinado pareciera no tener lugar.

Por último, la idea de claridad, precisión, pulcritud, vivacidad y fineza en sus diseños y el deseo de ser arquitecto es lo que queda sellado en nuestra memoria luego de estudiar a Barragán.

Notas

Textos consultados:
1. Riggen Martínez Antonio, "Luis Barragán, conversaciones y escritos", Madrid, 2000, pág.41, 42, 90, 96.
2. Ambasz Emilio, "The Architecture of Luis Barragán", New York: The Museum of Modern Art, 1976.
3. Publicación de la Fundación Hyatt al Premio Pritzker, Luis Barragán, 1980 y su traducción al castellano en A. Riggen Martínez, Luis Barragán, conversaciones y escritos, pág.58
4. Poniatowska Elena, "Entrevista a Luis Barragán", México: Diario Novedades, Noviembre y Diciembre. 1976

Bibliografía

Ambasz Emilio, "The Architecture of Luis Barragán", New York: The Museum of Modern Art, 1976.
Poniatowska Elena, "Entrevista a Luis Barragán", México: Diario Novedades, Noviembre y Diciembre. 1976.
Riggen Martínez Antonio, "Luis Barragán, conversaciones y escritos", Madrid: El Croquis, 2000.

Claudio Daniel Conenna