Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos

.

ARQUITECTURA
Interpretación, representación y solución

Por: Jorge Arturo Trejo Martínez

El encuentro con lo sublime arroja al hombre fuera de las relaciones habituales y lo traslada a un mundo distinto, desconocido, misterioso.
K. Kosik

Actualmente nuestra sociedad dominada por el capitalismo y regida por las apariencias nos ha orillado a olvidar que los productos están a nuestro servicio y no que los productos, como ahora se ve, sean el eje rector de nuestras vidas.

            Como producto de consumo, la arquitectura se ha visto envuelta en esta farsa que por causa de la mayoría se ha vuelto en un producto de estatus,  cuando la arquitectura en inicio fue creada para servir al hombre, brindarle cobijo y el espacio adecuado para ciertas actividades, pareciera que hoy en día los valores fundamentales de la arquitectura han quedado en segundo plano, sino es que meramente olvidados, tomando como ideal el denotar superioridad, sobretodo económica.

A mediados del siglo XX Guy Debord publica su libro “La société du spectacle”  donde nos deja ver que esta costumbre de idealizar los objetos por sobre el hombre ya se veía en esa época, la creciente influencia del capitalismo en los bienes y productos buscaban encasillar y marcar las clases sociales, productos que se convertirían en más un fetiche que en artículos de utilidad. La sociedad estaba siendo absorbida por una cultura de consumo; y quien más y mejor podía consumir era aquella persona que estaba en la cima de la sociedad, dejando de lado los valores culturales más significativos.

Algo similar ocurre con la arquitectura, donde al ser un producto, se ha ido volviendo un fetiche, un artículo de consumo masivo al servicio de los más poderosos en la sociedad, usada para denotar su supuesta grandeza y superioridad sobre los demás.
El espectáculo es una permanente guerra de opio cuyo objetivo es conseguir la aceptación de la identificación entre bienes y mercancías, así como entre la satisfacción de necesidades y la supervivencia ampliada según las leyes de la mercancía. (Debord, G. Pp.56)

Al tratar de sobresalir ocurren ciertos diseños poco comunes, que rara vez resultan en un ejercicio de estética y funcionalidad adecuado, el ejemplo de la ampliación de la tienda departamental Liverpool de Félix Cuevas y la remodelación de la fachada del Liverpool de Perisur son casos que denotan este carácter, un ejercicio donde el capital se puede ver en cada parte del diseño, un simple ejercicio de querer llamar la atención y hacerse presente, tanto del cliente (Liverpool) como del arquitecto; dejando de lado los valores de estética y funcionalidad para dar lugar a un ejercicio de diseño meramente egocentrista.

Este es un claro ejemplo de como la arquitectura se ha convertido en un producto de marketing al servicio de los más acaudalados. Elemento del cual hacen uso para demostrar su superioridad por sobre sus rivales y, no es que del todo este mal, pero el error viene cuando se deja de lado la función para atender a la pretensión de las grandes marcas.
Debido a estos fenómenos, la sociedad actual crea dos figuras aún más lamentables, los llamados “starchitects” y los llamados “esnobs”, de los cuales me ocupare a continuación.
Los arquitectos estrella. Impuestos como los mejores representantes de nuestro arte por los menos lúcidos, que en el afán de demostrar su valía, crean figuras socialmente influyentes para emplearlos como los máximos exponentes de la arquitectura. Estos arquitectos que están dominados por el capitalismo se ponen al servicio de este tipo de empresas, haciendo de la arquitectura una expresión egocentrista de las marcas que los contratan.

Creando modas en el diseño que los más faltos de identidad persiguen, tratando de emular la farsa creada por “los de arriba” con la intención de encajar en la  moda que según ellos, es la mejor. Así es como tenemos por resultado una serie de ejercicios arquitectónicos imitando falsos cánones de modernidad, además de que pareciera inherente la desvinculación de la funcionalidad del objeto. Ocupándose en su mayoría por el impacto visual hacia el exterior.

En consecuencia  la preocupación del impacto visual ha crecido y dominado el proceso proyectual, la funcionalidad queda en segundo plano, sino es que totalmente olvidada, dando como resultado en fachadas impresionantes desvinculadas con el interior, lejos de facilitar el dialogo hacia el interior, lo complican.

Al convertir a la arquitectura en moda y producto de consumo masivo, por consecuencia se hace común, y entre más común se vuelve más difícil es hacer diseños que destaquen y trasciendan; ya que como toda moda esta se vuelve pasajera y fugaz, resultando en una serie de ejercicios que pronto quedan olvidados en el constante cambio y búsqueda de protagonismo.

Esto nos arrastra a un problema aun mayor, al estar bombardeados constantemente de estos diseños que se nos presentan como sensiblemente adecuados, llega el momento en que la mentira es difícil de distinguir por su repetida representación. Cuando la mentira se nos presenta como verdad absoluta, pocos son los que pueden diferenciar y catalogar siendo la mayoría los que idealizan la mentira, basados en imágenes e ideas que ni siquiera son propias.

El principio del fetichismo de la mercancía –la dominación de la sociedad a manos de “cosas suprasensibles a la par que sensibles”- se realiza absolutamente en el espectáculo, en el cual el mundo sensible es sustituido por una selección de imágenes que existen por encima de él, y que se aparecen al mismo tiempo como lo sensible por excelencia. (Debord, G. Pp.51)

La arquitectura ha pasado de ser un objeto cargado de cultura y significación social a ser un espectáculo, una sinfonía de gritos, donde quien grita más fuerte es el mejor.
El incesante bombardeo de “cultura” a través de las pantallas nos ha llevado a un paradójico declive de esta, pareciera contradictorio que en nuestra época, donde puedes aprender y conocer casi cualquier cosa desde la palma de la mano; la cultura está siendo afectada en el mal sentido y es que el conocimiento de otras culturas usualmente se ve como superior a la propia y ocurre que en el afán de conocer más de aquello que consideramos ideal vamos olvidando nuestra.

En la arquitectura  pasa de igual manera, el sin fin de imágenes recibidas y consideradas como buenas nos orillan a la conceptualización de una arquitectura ideal, que aunque en algunos casos es buena, no significa que lo sea para nosotros o para nuestro entorno. Nuestra arquitectura debiera ser única y responder a nuestra cultura y no solo ser un intento de algo más. La arquitectura, últimamente se ha convertido en el espectáculo de lo efímero. Siguiendo modas pasajeras carentes de significado.

La desaparición de mínimos consensos sobre los valores estéticos hace que en este ámbito la confusión reine y reinará por mucho tiempo, pues ya no es posible discernir con cierta objetividad que es tener talento o carecer de él, que es bello y que es feo, que obra representa algo nuevo y durable y cual no es más que un fuego fatuo.  (Vargas Llosa, Pp49)
Es turno de los “esnobs” a quienes la Real Academia Española define como una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etcétera., de aquellos a quienes considera distinguidos; imitan porque carecen de identidad y de cultura, guiados nada más por lo que ven en pequeñas pantallas y espectaculares llamativos.

Imitan la cultura de moda y por tanto no cuentan con una identidad duradera, sujetos a la vanguardia de lo socialmente aceptable y sobre todo, sobresaliente. Arquitectos esnobs por supuesto que los hay, y no son otros diferentes de los que hablábamos antes, seres que solo se guían por la moda y la aceptación, sin darle la debida importancia a la trascendencia de sus proyectos.

La creación de objetos arquitectónicos que emulan otras culturas lleva a la homogenización global de los estándares de diseño, estándares que son creados por el sistema capitalista con el fin de vender más y más.

Con la homogenización viene la perdida de la cultura propia del lugar, la interpretación y representación desaparece, dejando de lado el dialogo que alguna vez había entre culturas, cada una diferente y con características particulares cada una.

Algo parecido nos deja ver Octavio Paz en su obra “el laberinto de la soledad”, donde en ocasiones deja ver como el mexicano busca la identidad en culturas distintas a la mexicana, hasta en algunas pareciera el mexicano avergonzarse de sus raíces, cultura y tradiciones. Dejando de representar su cultura para imitar otras que idealiza sin sentido.

El estigma hacia nuestras tradiciones viene desde mucho tiempo atrás, cuando los europeos llegaron a nuestro país, trayendo con ellos ideas de modernidad y desarrollo, el mexicano subyugado y en busca de una propia identidad tomo como propias algunas de estas tradiciones y no es que sea algo completamente malo, muchas veces la apropiación de costumbres o técnicas conlleva a un mejoramiento, pero en esta ocasión ha sido pieza fundamental para la relegación de nuestras propias tradiciones y costumbres.

Y en esta búsqueda de identidad donde cada quien tiene su forma de ver las cosas y su forma de querer sobresalir me recuerda la frase de Octavio Paz que dice “Conocemos el delirio, la canción, el aullido y el monólogo, pero no el diálogo.” (O. Paz, Pp. 61), donde Paz nos deja ver como una sociedad que solo busca competir y que solo en raras ocasiones apoyarse.

Es en esta continua competencia donde la arquitectura se vea afectada, siendo esta una expresión cultural se ve afectada por lo mencionado en párrafos anteriores, de tal manera que la arquitectura va perdiendo su sentido y al final, su arquitectónica y lo sublime.
Lo sublime en algún momento de la humanidad fue la finalidad del diseño, cuando  quería dar al hombre todo lo que no podía tener y buscaba encajar en la vida del hombre sin dejar de asombrarlo, cuando el diseño era sublime, este era lo más importante para el hombre.
Desde inicios del siglo XX, el hombre, como lo dice K. Kosik, “(…) pierde esta relación íntima con las cosas… el ritmo de vida se ha acelerado”. En un mundo donde el tiempo es lo único que importa y las obligaciones de otros pasan a ser las nuestras ya no hay tiempo para la introspección del ser, el hombre ya no se detiene a apreciar su existencia en relación a las cosas que lo rodean y por lo tanto, ya no puede detenerse a contemplar un objeto cuya belleza es imposible vislumbrar a simple vista.

Es así como en la época moderna en la que vivimos donde lo sublime es imposible de ver rápidamente, surge lo imponente, lo monumental, aquello que con un solo vistazo te deja sin palabras, aquello que es reconocible de entre los demás; el diseño se ha ocupado ahora solo de sobresalir, la función de servir al hombre está pasando a un término secundario donde la impresión exterior es lo más importante.

Es de esta manera que las ciudades actuales se están desarrollando, plagadas de edificios que buscan el asombro del observador y solo desde fuera, porque el tema de la habitabilidad y funcionalidad han quedado mayormente de lado, fachadas estridentes que muchas veces no tienen elocuencia con la función del edificio son de lo más comunes en estos días, además de que en la búsqueda de cada uno de ellos por sobresalir, todos están al unísono de lo trivial, y lo esto nos lleva a la decadencia del espacio y por lo tanto del ser.

El hombre moderno carece ya del sentido de lo sublime y por eso sus edificios son solo imponentes, no excelsos. Las construcciones grandiosas no elevan al hombre, no le permiten entrar en contacto con lo infinito, solo lo atan a un anónimo proceso de uniformación. (K. Kosik, Pp.64)

Las ciudades modernas que por lo trivial, lo imponente, lo colosal, han abandonado la poética de los espacios, donde estos carecen de sentido y ya no enaltecen al hombre, ya no lo hacen estar en contacto con aquellas cosas inalcanzables. Lo sublime ha sido suplantado y nadie lo ha notado, menciona Kosik.

Lo sublime que junto con lo bello y lo íntimo crean lo poético, desaparece de las ciudades modernas de un modo particular. No es expulsado por la fuerza, no es desterrado por una fuerza armada sino que se pierde y desaparece al der trastocado en algo distinto y la gente inicialmente, no es consciente de esta mudanza, no se da cuenta que en lugar de lo sublime lo que domina en la ciudad moderna es lo imponente. (K. Kosik, Pp.69)
Nadie lo ha notado debido a la actual sociedad globalizada en la que vivimos donde no se aprecia lo propio, ni lo bello del lugar, ahora solo queremos parecernos a lo que a nuestros ojos es lo “mejor” y solo así nos sentimos satisfechos.

Con la trivialidad como eje de nuestra vida moderna, surge un nuevo problema, tratando de compensar las carencias que un espacio vacío de experiencias nos da, buscamos llenar esos vacíos con un sin fin de objetos triviales, sin darnos cuenta que no es la manera en que debiéramos enriquecer nuestro ser.

El abandono de estos fines primordiales, dándole más valor a las trivialidades es en otras palabras el abandono de la arquitectónica, según Kosik “El actuar y el saber arquitectónicos determinan qué es esencial y qué es secundario, definen la meta (telos) que motiva todo lo que se hace” (K. Kosik, Pp.71), agregando que la arquitectónica “no solamente distingue lo esencial de lo secundario sino que también otorga… un puesto elevado y lo define como el sentido de todo lo que se hace… con lo cual todo lo demás es auxiliar” (K. Kosik, Pp.71)
Es así como logramos comprender que la única manera de que nuestra sociedad se vuelva hacia el camino correcto, es la renovación de la arquitectónica, retomar los valores principales por sobre los secundarios, siempre mediando entre expresión e interpretación.
¿Cómo diseñadores de nuestro entorno de qué manera podremos mediar e interpretar de manera adecuada?; Para el acto interpretativo tendremos como base la hermenéutica, que como menciona Mauricio Beuchot, consta de dos caras, la hermenéutica docens y la hermenéutica utens,  la primera constará de la teoría, objeto inamovible, en el cual se deberá basar nuestra interpretación, es decir, una teoría sólida. Y la segunda será la adaptación proporcional entre teoría y práctica, eso siempre con cierta prudencia o phronesis.

Con lo anterior quiero decir que una teoría en el caso del diseño, no siempre deberá seguirse al pie de la letra, porque como en muchas otras cosas, cada caso tiene su complejidad y por lo tanto debemos adaptar la doctrina a la práctica.

Pero como lo he mencionado antes, la teoría será la base de la interpretación y por lo tanto de la ejecución, ya que sin esta no puede haber interpretación correcta, podrá haber interpretación sin teoría pero no será una interpretación acertada, sino una mera expresión vacía del lector.

El acto hermenéutico en la arquitectura, es decir, la interpretación, constara de tres elementos básicos que nos darán la pauta que deberemos seguir.  Estos son: el autor, el lector y el texto. Donde el arquitecto (lector) será encargado de interpretar el imaginario del usuario (autor) y  dicho texto será el modo de vida del usuario (texto), que él sin saberlo lo estará construyendo con su particular forma de vivir y así realizar un diseño adecuado. En el caso de la arquitectura se deberá mediar entre el diseñador y el arquitecto para lograr un dialogo ecuánime en el diseño.

Mauricio Beuchot nos menciona que en el acto interpretativo podrá hacerse énfasis en uno de los actores, autor o lector, pero para el caso del diseño arquitectónico, deberá estar más en el medio de ambos, ya que si es de parte del diseñador no será más que un acto de imposición de los ideales del diseñador, y si solo se hace lo que el cliente quiere (autor) no habrá servido de nada la interpretación del texto. De esta manera, podremos lograr un diseño con el cual el usuario se sentirá identificado y generará un sentimiento de pertenencia mejor arraigado con el objeto arquitectónico.

En el acto de interpretación confluyen el autor y el lector, y el texto es el terreno en el que se dan cita, el énfasis puede hacerse hacia uno o hacia otro, al extraer del texto el significado. Hay quienes quieren dar prioridad al lector, y entonces hay una lectura más bien subjetivista; hay quienes quieren dar prioridad al autor, y entonces hay una lectura más bien objetivista. Pero hay que mediar, y sabiendo que siempre se va a inmiscuir la intención del intérprete, tratar de conseguir, lo más que se pueda, la intención del autor. (Beuchot, Pp. 43)

El carácter de la identidad individual y cultural también podrá ser producto de la hermenéutica en arquitectura, donde un buen uso de los recursos circundantes al objeto podrá resultar en una expresión más adecuada para el tipo de contexto donde se realiza.
Actualmente se tiene ciudades, donde la cultura propia del lugar ha ido desapareciendo, en el afán de imitar otras culturas o en un sinfín de expresiones egoístas por parte de los diseñadores, como lo mencionaba el Dr. Arturo Mota “[…] la ciudad es la expresión de una identidad individual y cultural. Donde la cultura debería de hacer la ciudad y no en el sentido contrario” (Mota, A.  XIV Coloquio Internacional de Hermenéutica Analógica, 2018), cosa que actualmente sucede en muchas ocasiones.

También nos menciona que como arquitectos y diseñadores debemos “[…] de entender al hombre y a la cultura de su época, ser además respetuosos de su identidad, de su historia y de la conciencia que tiene de sí, pero que sea también capaz de edificar una expresión de su propia cultura de modo creativo” (Mota, A.  XIV Coloquio Internacional de Hermenéutica Analógica, 2018), ponderando la funcionalidad e identificación del objeto arquitectónico con el usuario, por sobre los ideales personales del diseñador. Evitando ejercicios de imposición y transgresión de la identidad y de la cultura.

Con todos estos elementos lo único que falta por mencionar es que la arquitectura, como todo arte lleva una gran carga cultural de su contexto. Esto es un ideal que actualmente deberíamos tomar en cuenta, mediando entre identidad, arquitectónica y sutileza. Volver a crear aquellos grandes edificios que enaltecían el ser del hombre, engrandeciendo su cultura, sus tradiciones y su forma de vivir. Basta ya de querer homogenizar el diseño de manera global, ya que en cada parte del mundo hay personas distintas y por lo tanto necesitamos diseños distintos, pero como se mencionó antes, con dialogo entre culturas, con respeto y admiración, y no con menosprecio, rechazo y segregación, como se da actualmente en repetidas ocasiones.

Estos solo es una invitación para que como diseñadores del entorno, y por lo tanto de la vida misma, podamos ofrecer una mejor calidad espacial para las actividades y funciones del día a día. Es hora de volver a la arquitectura que fue creada para el hombre en sociedad.

Jorge Arturo Trejo Martínez correo
Ciudad Universitaria, CDMX  Diciembre del 2018

 

BIBLIOGRAFÍA
- BEUCHOT, MAURICIO. Perfiles Esenciales De La Hermenéutica. Fondo de Cultura Económica/ UNAM, 2008. México.
- BEUCHOT, MAURICIO. Tratado de Hermenéutica Analógica, Hacia un nuevo modelo de interpretación. UNAM-Editorial Itaca, 2005. México.
- DEBORD, G. (2000). La Sociedad Del Espectáculo. (Prólogo, notas y traducción al castellano por José Luis Pardo), PRE-TEXTOS, 2003.
- KOSIK, KAREL. Reflexiones Antediluvianas. ITACA, 1997. México. Trad. Fernando de Valenzuela. México. Pp. 53 - 80.
- PAZ, OCTAVIO. Perfiles Laberinto de la Soledad. Fondo de Cultura Económica, 1998. México.
- VARGAS LLOSA, MARIO. (2012). La Civilización Del Espectáculo. DEBOLSILLO, México, 2016.
- XIV Coloquio Internacional de Hermenéutica Analógica, UNAM, 2018.