Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

 

La realidad del fenómeno urbano arquitectónico desde sus contextos

Por: Alejandro León Rodríguez

 

ABSTRACT

El conocer ampliamente los contextos político, social, económico y cultural en los que se ha venido desarrollando las últimas décadas las sociedades a nivel mundial y hacia dónde se dirige el panorama, refleja la realidad del fenómeno arquitectónico y el porqué de sus carencias y problemáticas que no le permiten satisfacer plenamente las necesidades del ser humano y sus variables.
            Teniendo en cuenta el contexto temporal mediato se puede identificar en diversos autores de distintas disciplinas y puntos de vista, pautas y ejes rectores de diseño que auxilien al arquitecto en dar la atención plena en procurar albergar plenamente los parámetros de habitabilidad del ser humano sin caer en posturas que buscan, egocéntricamente, el reconocimiento económico y de las publicaciones que elevan el nombre de los arquitectos a un “status superior”.

En la actualidad el fenómeno arquitectónico atraviesa, desde hace ya algunos años, una crisis de identidad en cada uno de sus componentes y que está firmemente arraigada por los paulatinos cambios de ideologías que ha tenido la historia humana y, principalmente, los que se vienen arrastrando desde el movimiento moderno en la búsqueda de hacer de la arquitectura, un producto racional y funcional que solo tomara en cuenta las características formales y mesurables del ser humano, dejando de lado a las cualidades espirituales fuera de su hacer; posteriormente el pensamiento posmoderno en un papel presuntamente antagónico, llego a romper con una serie de paradigmas y teorías generando grandes rupturas entre conceptos, técnicas, pensamientos, estilos y movimientos que abrirían paso a la banalización de la cultura en todos sus esquemas y, dando como resultado en la disciplina, en que todo lo que se produce es válido sin importar los fundamentos o teorías de las que se parten, llevando el hacer arquitectónico a caer en un producto mercantil.

La sociedad del espectáculo, que bien describe Guy Devord, desde 1967 como la tendencia social a nivel mundial comenzaba a inclinarse en privilegiar únicamente el sentido de la vista en todo lo que le rodea, un bombardeo de imágenes impulsado por la creciente facilidad de comunicación, publicidad e información que en muchos casos es infundamentada, por lo que en la producción arquitectónica se comenzaba a desvalorizar aspectos que le son indispensables para satisfacer cada uno de los parámetros de habitabilidad en las actividades que desarrollan día a día. Para desgracia de los arquitectos, la sociedad consumista en la que comenzaban a caer por las corrientes de pensamiento antes mencionadas, demandaba también el caer en el juego de la imagen y el tiempo-mercancía, producir constantemente para mantenerse en el mercado y/o hacerse de un nombre para el reconocimiento entre los medios publicitarios y la sociedad.

En el contexto en el que se encuentra sumergida actualmente la civilización del espectáculo, como la llamaría Mario Vargas Llosa (2012), por las consecuencias de la globalización y el neoliberalismo han llevado, prácticamente por completo, a la producción de lo arquitectónico y, principalmente, al arquitecto a caer en un ir y venir de imágenes, morfologías y planteamientos que se repiten incongruentemente en cualquier parte del mundo, sin considerar siquiera las características básicas del contexto físico, político, económico o cultural en el que se imponen.

La globalización neoliberal, la unión de los principales factores y movimientos latentes a los que se enfrenta el mundo actualmente, traen consigo la expansión desmedida del ya corrompido sistema económico capitalista, la desaparición de los estados-nación ante los emporios de empresas multi y transnacionales, la segregación de las etnias, el desarrollo y accesibilidad de las comunicaciones y la rapidez en el avance e innovación tecnológica; todos estos escenarios están llevando al ser humano a desvanecer gradualmente su cultura, cualidad que caracteriza a cada una de las sociedades, convirtiendo cada aspecto de sus vidas en un producto comercial que pueda usarse y replicarse sin importar las coordenadas geográficas en las que se erigen. Por esto, en las últimas décadas se ha podido observar como la cultura de todas partes del globo ha ido en un proceso de disolución que ya ha provocado en algunas sociedades la pérdida de su identidad, tanto en su desarrollo interior, como en la imagen que dan a otras, por lo que también se va perdiendo conjuntamente, el sentimiento de pertenencia a sus lugares y territorios de procedencia.
Esta alarmante situación a la que se enfrenta el panorama actual, lleva a hacerse la pregunta, ¿cuál podría ser el papel del arquitecto, que tenga cabida y represente un beneficio a las condiciones actuales a las que está sometida la rutina del ser humano en todo el mundo? Una vida en la que todo es efímero sin intenciones de permanecer en ningún lugar por un tiempo prolongado, la velocidad con la que necesita funcionar la sociedad, la segregación de grupos sociales por las situaciones políticas, económicas o étnicas, las inconsistentes morfologías urbanas en las ciudades de cualquier escala, etc.

Es de suma importancia observar y complementar las instituciones que preparan a los profesionales del espacio arquitectónico, que a pesar de las fallas que pueden tener los planes de estudio con los que se preparan las nuevas generaciones de arquitectos en todo el mundo, también es cierto que brindan muchos de los conocimientos esenciales que nos permiten ejercer la profesión, así mismo habrán de estar conscientes de los que no son adquiridos en ellos y la existencia de muchos otros de distintas disciplinas que complementan y optimizan, en gran medida, las prácticas y los procesos de diseño que requieren aplicarse en cada problema por ser único e irrepetible.
Principalmente se podría partir por definir el objetivo primario de la arquitectura como abrigo y potencializador del desarrollo del ser humano en habitar los espacios llevando a cabo las distintas actividades que puede ejercer, y no como una “cosa que lo cubre” o un mero producto mercantil o de publicidad, que lo eleve en un status económico o coloque dentro del selecto grupo de arquitectos reconocidos por premios o publicaciones solo por el impacto visual que pueden llegar a generar con sus obras.

La comprensión del ser humano es sin duda, una base para el diseño y construcción de un espacio arquitectónico, y ha sido una tarea que se ha llevado a cabo desde tiempos remotos por distintas disciplinas y que parece ser constante e interminable por la complejidad de la especie y las capacidades que la dotan de identidad a cada uno y el conjunto en las sociedades. De igual manera, es importante mencionar al ser humano como un sistema tan complejo, ya que ninguno es similar a otro por la capacidad de hacer juicios propios sobre sí mismos y lo que lo rodea individual y colectivamente.

Karel Kosik, en su texto Reflexiones Antediluvianas, en el capítulo sobre “EL TRIUNFO DEL MÉTODO SOBRE LA ARQUITECTÓNICA” explica al lector de otra grave situación que enfrenta la disciplina, y que va de la mano con las posturas descritas anteriormente, en la que solo se enfoca en las cuestiones técnicas de esta, y como el haber cedido ante “el método” denigro la expresión de la sociedad y su cultura por medio de sus obras arquitectónicas a caer demostraciones del egocentrismo o el poder que denotan principalmente las clases económicamente altas por medio del objeto arquitectónico. El método, también, unifica por igual a todas las personas, obras arquitectónicas y características culturales anulando sus particularidades, su casualidad, su desigualdad, sus diferencias; este pensamiento aplicado a la arquitectura impide que los habitantes, tengan la capacidad de desarrollar su ser en cualquiera de los espacios que se generan por este eje, sometiendo su libertad y espiritualidad a padecer condiciones de poca o nula habitabilidad.
Una consecuencia clara del uso del método y la velocidad con la que se mueve y desarrolla la sociedad en la actualidad y que describen los diversos autores antes mencionados, es la desaparición de los espacios poéticos en las ciudades, aquellos espacios que enaltecen y resguardan el espíritu de las personas y así puedan restauran su ser de la rutina cotidiana y los problemas que llegan a enfrentar y, que, al no encontrar estos espacios, llevan la sensibilidad de las personas a caer en un estado físico y anímico dañino, “…allí donde la gente no tiene tiempo para detenerse, desaparecen también el tiempo y el espacio para lo sublime” (Kosik, pp.64).

Ya las sociedades han remplazado las cualidades metafísicas de enaltecer su espíritu en los espacios dotados de lo poético y lo sublime, por degradarlos y reducirlos a solo proyectarlos con el espacio mínimo, donde quepan las cosas y las personas, y, en contra parte, haciendo uso de elementos y lujos innecesarios que no atribuyen en la experiencia de habitarlos plenamente, más bien, a padecerlos con una ilusión aparente de lo bello. Todos estos aspectos, se ven reflejados directamente en la producción de obras sin identidad, desafiando por completo el contexto en el que se materializan adquiriendo un valor meramente económico para los diseñadores y a los gobiernos por la atracción económica y turística que generan.

En el texto de Samuel Ramos, El Perfil del Hombre y la Cultura en México, se describen de forma general las afectaciones que trae en cada persona el desconocimiento de la cultura propia que tiende a ser menospreciada por el poco bagaje que se tiene sobre ella; en el arquitecto esta ignorancia lo lleva a apreciar elementos y obras que no reflejan ningún fundamento intelectual o cultural, solamente un capricho intuitivo del diseñador por alcanzar objetivos meramente superficiales por medio de su trabajo e incluso, a algunos más, a replicarlos.

Desde otro punto de vista, Octavio Paz, en El Laberinto de la Soledad, muestra una mirada profunda del desarrollo de la sociedad en México en sus etapas históricas que llevaron a su pueblo al encuentro de su identidad en lo individual y lo colectivo, es decir, ante ellos mismos y frente al mundo. Esta misma mirada en la producción de lo arquitectónico se abre camino en la identificación de paradigmas presentes en la actualidad, y así mismo como escapatoria del método, pautas de diseño que le podrían ayudar profundamente al enfrentarse a cualquier proyecto. El sumergirse en la búsqueda de la identidad por medio de cada impacto histórico que puede llegar a experimentar y vivir cada asentamiento humano; llevaría a el arquitecto, a guiarse por su parte artística que lo caracteriza en sus competencias como diseñador y a lo largo de su preparación, en la búsqueda de los conocimientos, herramientas y pautas de diseño que le brinde a sus obras las cualidades de identidad y de mutua pertenencia entre el espacio y los habitantes durante las experiencias que vayan generando en el goce de permanecer en sus espacios.

En la actualidad la mezcla cultural también es una realidad tangible y cuantificable de las ciudades en todo el mundo, sin importar el tamaño de los asentamientos, y que enfrenta constantemente a pesar de la fuerte presión que ejerce la globalización neoliberal por homologarlas para potenciar el mercado mundial; por esta situación, se da un choque cultural entre la intención personal de mantener una identidad en un contexto que le es parcial o completamente ajena y en medida de lo posible trata de hacer suyo el espacio que habita. La primera pauta que brindan estos textos, es el de búsqueda, identificación, respeto y comunicación entre la cultura de lo individual y lo colectivo por muy ajena que nos pueda ser, que promueva la interacción y convivencia sin desvalorar una ante la otra propiciando su intercambio e interacción.
Haciendo un estudio sobre las formas que se generan, con la única intención de crear el impacto visual, antes mencionado, en el espectador y el contexto donde se emplazan, se analizaran un poco más a detalle las ventajas y desventajas de ello. El confort espiritual del ser humano, uno de los principales parámetros de habitabilidad, es el que demanda inconscientemente de una estética que nos permita desarrollarnos cómodamente en un espacio y no a padecer la permanencia en estos de acuerdo a las actividades que se realizan; las obras arquitectónicas que carecen de fundamentos y/o teorías en la generación de sus morfologías que resguarden las capacidades físicas y, principalmente, espirituales del ser humano, ya sea por la acelerada rutina, sobre todo en las medianas y grandes ciudades, y el sometimiento general de la sociedad a metodizar sus actividades a esquemas generales que no le permiten llegar a la esencia de lo que se tendría que atender y resolver prioritariamente; es el caer en carecer de identidad, de una tierra natal, como lo describiría Heidegger. Como ya se ha visto en varias de las obras contemporáneas, estas se caracterizan principalmente por sus contrastantes formas y materialidad que impactan visualmente, ya no al habitante sino, al espectador, estructuras de acero, recubrimientos ostentosos y llamativos, analogías de formas ajenas a las necesidades espaciales, dotan de formas estridentes, agusanadas o curvas las fachadas, sometieron a los espacios interiores a verse sumergidos en imágenes caóticas y retorcidas que posteriormente serán intervenidas por los habitantes en la búsqueda de encontrar el confort en el espacio. El sometimiento constante a estos espacios puede llevar a las personas a caer en un estado de estrés, que perjudicar su desarrollo y el de sus actividades, su salud física y espiritual.

Las ciudades en las que habitan las sociedades contemporáneas, son un claro reflejo de lo que representa la época en la que las construimos, y como ya se ha dejado claro venimos creándolas sometidos en su mayoría al método, denigrando la complejidad de la habitabilidad de todas las personas. Esta situación tendría convertirse en una prioridad para la disciplina, y ser atendida desde la formación de los arquitectos en la búsqueda de optimizar la producción, ya que cambiar el destino de las ciudades debe hacerse con un frente colectivo en procesos multi- y trans- disciplinarios visualizando el panorama actual y los posibles que podría enfrentar en un futuro, con una capacidad clave y relevante a considerar, que es la de tener la apertura de mente, estar conscientes y empáticos de las diferencias culturales que hay entre los distintos asentamientos, incluso en una misma sociedad, para así tener la capacidad de interpretarlos y dotarlos de identidad propia a beneficio de generar la sensación de pertenencia entre el espacio y el habitante.
El objetivo de la obra arquitectónica, tendría que estar basado en generar las experiencias que lleven al ser humano a habitar los espacios en plena comodidad potencializando el desarrollo de sus actividades y las memorias que ahí se recolecten. Hay distintos factores que podrían ayudar a los arquitectos a dar solución a la producción mecanizada sin identidad y sin alma; como primer punto, el arquitecto podría partir de hacer una amplia introspección de sí mismo, es decir, de la cultura con la que fue educado y desarrollo su ser, así como en la cual se formó profesionalmente; únicamente conociendo su propia esencia, el diseñador será capaz de comprender y empatizar con las personas de su propia sociedad, al igual que con aquellas que le son ajenas, y poder atender satisfactoriamente sus problemas espaciales de diseño.

Otro factor determinante en las competencias de los arquitectos, es la formación educativa a la que están sometidos en todas las instituciones de cada etapa escolar; sobre todo en las universidades, en ellas, se lleva como primer objetivo el formar profesionistas autómatas y mecanizados que, desde los primeros proyectos escolares, generan en cada uno de ellos un sentimiento de inferioridad, llevándolos consiente e inconscientemente a recurrir a obras construidas en distintas partes del mundo, principalmente en los autonombrados países primer mundistas, para llevar a cabo sus procesos de diseño, y que terminan por someter los proyectos a replicar las formas y las imágenes sin un análisis del impacto negativo que tendría el construirlas en contextos ajenos a ellas. Disciplinas como la filosofía, historia del arte, ciencias sociales, entre otras del área de las Humanidades, les brindas importantes pautas para encontrar las pasiones que los lleven a pensar no solo por el mero saber técnico y metódico, sino por la esencia de los espacios arquitectónicos y de aquellos que tendrán a bien habitarlos. Dotar a los arquitectos con iniciativa de introspección y una enseñanza cuyo modelo didáctico le permita conocerse a fondo e interpretar todo aquello que se le presente y le brindé no solo las herramientas del conocimiento de lo físico, también las herramientas propias de lo espiritual.

Autores como Mauricio Beuchot son un claro ejemplo de las herramientas que puede apropiarse cualquier diseñador, como relata en su texto Perfiles Esenciales De La Hermenéutica, a pesar de estar referido al hacer literario, fácilmente es referible y aplicable en el hacer arquitectónico por su similitud compositiva, simbólica y dialéctica, entre autor o diseñador, lector o habitante y texto u obra arquitectónica, así como la íntima relación entre cada uno de ellos. “Así la verdad del texto [obra] comprende el significado de la vedad del autor [diseñador] y el significado o la verdad del lector [habitante], y vive en su dialéctica”. (Beuchot, Pp. 44)
Analizar y comprender la relación entre el arquitecto, la obra y el habitante, nos revela el por qué actualmente la dialéctica entre estos parece ser prácticamente un laberinto que no alcanzan a distinguirse uno a otro, y, por lo tanto, tampoco se identifican, llevando a la obra a ser un elemento de indiferencia en el dialogo de la ciudad. Cada obra posee un significado que el diseñador le imprime, consciente o inconscientemente, que, al no contemplar a los habitantes en sus espacios, los lleva a padecer la experiencia de estar en ellos por medio de la contemplación e interpretación.

Sin lugar a duda, para que el arquitecto sea capaz de trascender en sus obras arquitectónicas y en las experiencias que generan los habitantes en ellas, tendría que dejar su ego a un lado para reconocer que el hacer arquitectónico, requiere de conocimientos y herramientas de distintas disciplinas que le ayudan a comprender de manera más profunda la complejidad de la habitabilidad humana más allá de sus características físicas, su naturaleza y su esencia. “Sin ese conocimiento del hombre, sin esa interpretación de su ser, tendremos una ética muy formal y muy pura, pero completamente vacía. Es preciso llegar a lo material, a lo valorativo, a lo axiomático”. (Beuchot, Pp. 121).

Como ya se ha mencionado en varias ocasiones a lo largo del ensayo, existen diferentes herramientas que brindan de pautas claves en la búsqueda de sobresalir en el fenómeno arquitectónico sobre la producción equivoca de lo indiferente a lo humano de este; en primer plano, se tendría que tener una hipótesis clara de los mensajes y lo simbólico que se planea imprimir en cada uno de los espacios que se diseñan, y que se someterán a la tesis o interpretación de los usuarios cuando se desarrollen en ellos, para que puedan ser trascendencia del imaginario del diseñador a las memorias y el imaginario del habitante individual y colectivo.

“[la obra arquitectónica] …tiene el doble sentido de connotación y denotación, de intención y extensión, o de sentido y referencia… Sentido en cuanto susceptible de ser entendido por el que lo lee o lo ve o lo escucha; referencia en cuanto apunta a un mundo, sea real o ficticio, indicado o producido por el texto [obra] mismo”. (Beuchot, Pp. 45)

 

Alejandro León Rodríguez

Ciudad Universitaria, junio del 2018.

BIBLIOGRAFÍA

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