Arquitectura y Humanidades

Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

"Sobre la educación en un mundo líquido", de Zygmunt Bauman.
Conversaciones con Ricardo Mazzeo
España: Paidós. 2013.


Milena Quintanilla Carranza

Este libro se presenta como un diálogo fluido y profundo sobre cuestiones de una gran importancia en la sociedad contemporánea, la cual vive en una espiral de cambios que se suceden con tanta prisa que apenas se pueden procesar. El diálogo está magistralmente llevado por Ricardo Mazzeo, un periodista que hace una larga entrevista a Zygmunt Bauman, un lúcido sociólogo que analiza los problemas de la modernidad líquida, como él llama al mundo actual, dado que todo lo que acontece se desvanece con gran facilidad en un mar de incertidumbres, en donde los actores más importantes son los jóvenes, a quienes de alguna manera, las políticas neoliberales, están robándoles, el futuro.

De una manera amena el entrevistador conduce al lector al terreno de lo educativo en los tiempos posmodernos. Mediante el uso de metáforas, parábolas y analogías y partiendo de ejemplos concretos, incluso retomando a autores contemporáneos, Mazzeo induce al autor a explicarnos cómo y cuánto está cambiando la noción y los propósitos de la educación y cómo esta nueva reinterpretación del término nos debe llevar a atender las necesidades de esta sociedad cambiante.

Por ejemplo en el capítulo cuatro, Bauman responde a la pregunta sobre ¿qué son los tiempos y la vida líquida? Para este autor "La vida moderna líquida es un ensayo diario de la transitoriedad universal. Dice que lo que está en evidencia es que nada está predestinado a perdurar, mucho menos para siempre, nada parece ser irremplazable, esta es la creencia actual, ya que todo nace con el sello estampado de una muerte inminente y emerge de la cadena de producción con un sello de caducidad. Para reafirmar su idea dice que "la modernidad líquida es una civilización de excesos, redundancia, desperdicios y eliminación de desechos". Por lo tanto, las decisiones que se toman tienden a cambiar a gran velocidad y nuestras acciones son determinadas por el aquí y el ahora, y aunque se busca trascender tal parece ser que la "trascendencia", lo "perdurable" se encuentra en crisis.

De esta crisis, no queda exenta la arquitectura y los espacios en los que actualmente desarrollamos nuestras actividades cotidianas, pues estos tienden a valorizarse cada vez con mayor frecuencia según su grado de eficacia constructiva, de tecnología, de innovación y de impacto. Los edificios contemporáneos son aprobados y diseñados para durar entre cincuenta y cien años, otros incluso mucho menos, a diferencia de las grandes obras del pasado en las que se buscaba la inmortalidad de las culturas que los concebían y los materializaban de acuerdo a su imagen, su semejanza y su correspondencia con sus ideales, anhelos, mitos, deseos; en si a su cosmogonía.

Para ilustrar lo que dice, cita al sociólogo Alberto Meluci quien señala que "estamos infectados por la fragilidad de un presente que demanda cimientos firmes donde no existe ninguno", una gran paradoja. Entonces resulta que "mientras contemplamos los cambios, nos encontramos constantemente desgarrados entre el deseo y el miedo, entre la anticipación y la incertidumbre", donde la incertidumbre significa riesgo, y eso es precisamente es lo que nos ha tocado vivir a los jóvenes en este siglo XXI, donde el riesgo es el compañero inseparable de toda acción a diferencia de nuestros antepasados que vivían en un mundo donde casi todo era relativamente cierto y asegurado.

En un mundo así, entonces salta una pregunta obligada: ¿Cómo educar para la incertidumbre?. A lo que responde, retomando a otro autor, Bateson, quien define tres niveles de educación.

1) El nivel primario donde los alumnos repiten palabra por palabra lo que sus maestros les dicen, memorizan y construyen fortificaciones contra cualquier información transgresora y ésta a su vez será considerada como irrelevante.

2) El segundo nivel emplaza la formación de marcos cognitivos y de predisposiciones que permitan al alumno orientarse a cualquier situación, aunque no esté familiarizado con ella, además de permitir la absorción, asimilación e incorporación de nuevos conocimientos.

3) En este tercer nivel de aprendizaje el alumno dominaría con maestría no sólo el marco cognitivo sino que además será capaz de reestructurarlo, observando los errores del mismo en la práctica y siendo capaz de tirar ese marco, desecharlo y empezar de cero rescatando los elementos que puedan servir de aquello que revisó. En este sentido "nuestros conocimientos están en revolución permanente". No se dan por hecho las cosas, sólo se abren nuevas posibilidades y nuevas visiones sobre un mismo objeto, pero para eso es necesario dominarlo, es decir, ser especialista para renovar esos saberes que se han dado por supuesto y son inamovibles.

Por último, a este respecto menciona que la incertidumbre es una constante en la vida moderna y en estos tiempos líquidos, la educación se enfrenta ante esa disyuntiva de seguir enseñando como se venía haciendo bajo el riesgo de no cumplir con ese propósito fundamental que es "la preparación de estos jóvenes para la vida de acuerdo con la realidad en la que están destinados a entrar".

Esta realidad dista mucho de la que nuestros padres vivieron y nosotros estamos en esta transición de modos de vida, de formas de aprender y también de formas de enseñar. Los jóvenes necesitan instrucción, conocimientos prácticos, concretos y de inmediata aplicación, por lo que se requiere de una mente abierta, más que de cerrazón.

Milena Quintanilla Carranza