Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

 

"Marginalidad" como espacio teórico de construcción del imaginario, ejemplos urbano arquitectónicos mexicanos en el umbral del siglo XXI.

María Elena Hernández Álvarez

"Nuestra casa permanece hoy, aquí, para siempre,
ella nos habita, ya que sólo lo nuestro puede habitarla…
(G. Bachelard, 1997).

I

Este trabajo forma parte de uno más amplio, el cual se va construyendo transdiciplinariamente proponiendo una teoría de lo marginal en lo referente a lo urbano arquitectónico mexicano contemporáneo. Aquí se trabaja en el planteamiento de una hipótesis general, evidentemente fundamentada en la realidad, y que ha comenzado a sugerir ulteriores trabajos de investigación, tales como lo marginal de los planes de estudio de la arquitectura, lo marginal en el mestizaje mexicano, lo marginal en la habitabilidad contemporánea, entre otros. Estas indagaciones teóricas son un "salto al vacío", es decir, pretenden ir más allá, mar adentro, buscando una perspectiva totalizadora, a distancia y en profundidad, de aquellos objetos urbano arquitectónicos que han surgido de manera marginal (no marginada, periférica o tangencialmente), pero que otorgan identidad y pertenencia, y que por ello es esencial identificarlos, fortalecerlos y promoverlos.

El tema de "lo marginal" es fascinante, sugerente, "correlatable" en muy diversas disciplinas, de ahí que será necesario comenzar por contextualizar algunas ideas, conceptos y definiciones. Posteriormente se mostrarán algunos casos en los que el imaginario, construido desde un espacio teórico marginal, se manifiesta de manera elocuente en lo urbano arquitectónico mexicano actual. Para comenzar, tomemos la palabra imaginario, de la cual existen innumerables definiciones y connotaciones propuestas por diversos campos del saber; de entre ellas, consideramos aquí aquella que, según algunos filólogos y filósofos, se resume en la siguiente idea: "el imaginario es la interpretación de la realidad".

Como premisa inicial, pongamos esta definición en verbo: "el imaginario significa estar interpretando la realidad", en otras palabras, es una acción en constante cambio y movimiento que una persona específica, colectiva o individual, que habita una cierta realidad concreta ejecuta para posibilitar (aviar) el habitar la realidad. Ahora bien, algunas características constantes en esta acción de interpretar la realidad son la espontaneidad, hasta cierto punto la ingenuidad, la transparencia, la creatividad y, sobre todo, la simplicidad misma. En este sentido, todo ser humano constantemente se encuentra interpretando la realidad para poder "acomodarnos en ella", apropiarnos de ella y, sobre todo, para pertenecerle. Particularmente para nuestra disciplina, la arquitectura, la acción de estar interpretando la realidad espacial en que habitamos nos es tan cotidiana y natural como el respirar. En efecto, los arquitectos todo el tiempo estamos decantando, interpretando, reconstruyendo, habitando imaginariamente las realidades espaciales. Por ello, nos debiera ser muy fácil comprender los imaginarios comunitarios, sobre todo de la realidad en la que estamos insertos.

Ahora, como segunda premisa, planteamos aquí la palabra imaginario como sujeto, y en ello está implícito también que se trata de un ser vivo y evolutivo. Así, proponemos lo siguiente: el imaginario es aliento vivo, también perenne y atemporal, de una comunidad específica con el cual voluntariamente impregna a su realidad inmediata para dotarla de su identidad y así poder habitarla y apropiarse de ella. Entonces, el imaginario palpita en la psique, sobre todo en lo emocional, de la persona individual o colectiva, es una voluntad que deconstruye la realidad, la interpreta, la reintegra, primero imaginariamente con lo suyo propio, sus mitos, su cosmovisión, sus tradiciones y sus costumbres y, después, irrumpiendo en la realidad misma para reconstruirla y apropiarse de ella, pertenecerle, y poder habitarla, en el más esencial y amplio sentido de la palabra. Por lo tanto: El imaginario, como sujeto o como acción, es un aliento fundacional que, a través de una voluntad creativa específica, se manifiesta de muy diversas maneras en la realidad ahistórica.

Antes de ejemplificar esta idea en lo urbano arquitectónico, hablemos un poco acerca de la voluntad creativa, o artística, como la llama Wilhelm Worringer (filósofo alemán de principios del siglo XX), quien identifica y define esta voluntad gracias a sus indagaciones en la historia de un singular edificio, particular en su habitabilidad y muy elocuente en su imaginario: la catedral gótica. En su interés por profundizar en el parteaguas que significó para la historia de la arquitectura la catedral gótica, Worringer analizó este edificio desde los propios supuestos socioculturales que la concibieron y comprobó la existencia de una voluntad creativa o artística como genoma de toda obra de arte. En este sentido, Worringer afirma que "de tal manera los valores formales del edificio se hacen inteligibles como expresión de los valores internos, que desaparece el dualismo entre forma y contenido, (…) [así] se ha podido lo que se ha querido, y lo que no se ha podido es porque no estaba en la dirección de la voluntad creativa" [1].

Para Worringer, es esencial conocer la congruencia de esa voluntad creativa con las expresiones artísticas de una comunidad específica y en ello queda establecido lo que es bello. Él dice que: Los cambios de voluntad que se reflejan en la historia del arte no pueden ser caprichosos o accidentales, han de hallarse en conexión con los cambios que se verifican en la constitución psicoespiritual de la humanidad (…) Así, la historia de la voluntad artística es tan importante que vendrá a codearse, como igual, con la historia comparativa de los mitos, la historia comparativa de las religiones, la historia de la filosofía, la historia de las instituciones del universo, esas grandes encrucijadas de la psicología de la humanidad (…) Así, la historia de la voluntad creativa ha de contribuir a la historia del alma humana y de las formas en que se manifiesta [2].

Hasta aquí comprendemos que el imaginario está intrínsecamente relacionado, sobre todo, con la parte emocional en el ser humano, con lo que le es esencialmente propio, con sus mitos, ritos y tradiciones, con su cosmovisión del mundo, con aquello que le es fundacional pero también evolutivo porque camina con él, de generación en generación. Ahora bien, para identificar al imaginario en la voluntad creativa que lo genera es necesario acudir a otros campos del saber, tales como la filosofía, la antropología, la sociología, la literatura, la psicología y la historia, entre otros; y, como bien sabemos, estos campos de conocimiento brillan por su ausencia en la mayoría de los planes de estudio de la carrera de arquitectura.

Aquí se plantea una primera sugerencia para otros trabajos:

- Conocer el imaginario y su voluntad creativa posibilita comprender los supuestos esenciales de una persona o comunidad específica, sus formas de habitar, diseñar y construir.
- Sobre el asunto del "habitar", tema que da razón de ser a nuestra disciplina, ese "habitar, producto del imaginario" se manifiesta concretamente en la realidad en un mosaico de categorías, dependiendo del bagaje mítico, ritualista y sociocultural de toda comunidad. Estas categorías coexisten de manera natural y cotidiana en toda urbe mexicana actual y, hasta donde conocemos, aún no han sido debidamente deslindadas o analizadas.

Tenemos entonces una segunda idea para una investigación posterior:

- Identificar al imaginario en sus diversas manifestaciones de habitabilidad urbano arquitectónicas y definir sus categorías estéticas.
- Desde luego, en esta propuesta no nos estaremos limitando a definir única e ingenuamente lo imaginario como lo mestizo, lo atroz, lo híbrido, lo aberrante, lo copista, lo descontextualizado, lo grotesco, lo pintoresco, entre otras maneras actuales de juzgarlo. La intención sería validar a priori las maneras en que el imaginario se hace presente como un testimonio de que la persona puede apropiarse de una realidad concreta, dialogar con ella, evolucionar en y con ella para pertenecerse mutuamente.


En México, el imaginario se ha manifestado ahistóricamente de muy diversas maneras, todas ellas dando lugar a un rico mestizaje: desde hace quinientos años con el mundo europeo, desde hace un par de siglos con el ahora primermundista, y por más de dos milenios endógenamente. Y aunque hoy día parece que el imaginario se sofoca y se invalida ante la arrollante presencia de Mister Globalización, aún en los prototipos arquitectónicos de origen extranjero siempre es evidente la manifestación de este imaginario. Para ejemplificar esto, leo a continuación un fragmento de un ensayo (E. Enciso, 2002) que se refiere a una anónima y "funcional" unidad habitacional del Infonavit en la Ciudad de México: alcanzo a percibir diferentes siluetas humanas que, antes de llegar a su destino, hacen una breve pausa frente a una extraña construcción pequeña, esperan un momento y luego desaparecen entre los multifamiliares (…) Van unas señoras con su bolsa para comprar el pan y de regreso las sorprendo haciendo la charla frente a [esa] extraña construcción pequeña que está en una "plaza" (como se acotaría en el plan maestro de diseño urbano del conjunto) (…) miran lo que está dentro de la construcción, bajan su cabeza y continúan su camino (…) La plaza ya existía, pero [esa construcción pequeña] verdaderamente la hizo un lugar, la fundó. Ahora sí, gracias a esa pequeña construcción, la unidad habitacional genera un espíritu de pertenencia e identidad [3].

II

Ahora bien, y siguiendo el título de este trabajo en el que se incluye la palabra teoría, el imaginario es un "constructor teórico marginal" que la psique, y sobre todo la parte emotiva del ser humano, produce a lo largo de su paso por esta vida. Para explicar más esta idea acudimos a la definición más simple de la palabra "teoría", como una visión totalizadora, a distancia y a profundidad del objeto o realidad implicados. Así, en la acción de interpretar la realidad, la persona, colectiva o individual, posee, por un lado, una visión totalizadora de esa realidad y, por otro, una relación intrínseca con aquello que le es congruente con su cosmovisión, sus mitos, ritos, costumbres y tradiciones, es decir, con aquello que le es propio, que le otorga identidad y pertenencia.

Entonces, gracias al imaginario, la persona, desde un espacio teórico, construye una visión totalizadora de la realidad para deconstruirla, interpretarla, integrarla, reconstruirla y habitarla, primero imaginariamente, para luego irrumpir en esa realidad, habitándola y haciéndola su lugar (chez nous). Este proceso es un verdadero acto poético, en ocasiones heroico, y siempre fundacional. Además, el imaginario cumple con una múltiple función educadora y social, es decir, custodia y produce mitos, promueve y sostiene ritos y costumbres, "coliga a la Cuaternidad" (en palabras de Heidegger), y también hace real la idea del poeta Holderlin de que "sólo poéticamente es como el hombre [realmente] habita la tierra" [4].

Un ejemplo de esto es el caso de los días 2 de noviembre, en que cada año recordamos en México a nuestros difuntos. Ese día el tiempo se torna ahistórico, entra en el eterno presente, en un continuum en donde el imaginario cubre nuestros espacios existenciales y urbano arquitectónicos, con un terso y sutil color cempasúchil. Y más allá del color naranja que identifica esa fecha, todos los rituales que se viven ese día manifiestan el imaginario que otorga identidad y pertenencia y arraigo. Otro ejemplo de la presencia del imaginario es el uso del color, que nuestro pueblo maneja con gran soltura y espontaneidad desde tiempos mesoamericanos en el vestuario, y que se convierte en una primera-segunda piel que se desdobla y que unta también muchos de nuestros espacios habitados. Ejemplos los encontramos en la obra de Chucho Reyes y de Luis Barragán, entre otros. Y aquí surge una tercera propuesta de investigación académica: Identificar los colores del imaginario que prevalecen y las diferentes maneras en que se manifiestan en lo urbano arquitectónico.

III

Con lo dicho hasta aquí llegamos a la parte medular de este trabajo, y ello no es precisamente (aunque se ha sugerido ya) proponer estudios que compilen los maravillosos colores que percibimos visual y cotidianamente en nuestro entorno urbano arquitectónico contemporáneo, o clasificar objetos arquitectónicos y paisajes urbanos, o proponer categorías apriorísticas que coadyuven a nuestra percepción del imaginario mexicano en sus diversas manifestaciones urbano arquitectónicas; todo esto, como ya se dijo, son sólo sugerencias para otros trabajos; intentamos aquí mostrar la vigencia de un espacio teórico-marginal, que acontece y que palpita cotidianamente en la psique racional y emotiva de todo ser humano, en el que se mezclan, por un lado, toda la historia mítico-cultural de la comunidad a la que pertenece y, por el otro, la realidad contemporánea en la que se encuentra. Es en este espacio teórico marginal en el que, mediante el impulso de una voluntad creativa, se genera y prevalece todo imaginario. Así llegamos al asunto de "lo marginal", central en el planteamiento hipotético que aquí se presenta. Lo que estamos proponiendo es considerar que el espacio teórico en el que se construye el imaginario, a nuestro entender, sólo puede suceder de manera "marginal".

Y para comprender en este contexto la idea de "marginalidad", cabe aclarar que esta palabra no tiene nada que ver con lo marginado, lo periférico, lo tangencial u otras acepciones. Aquí, a lo marginal lo consideramos como ese espacio existencial en las márgenes de los núcleos que posibilita la creatividad, la expansión de los sistemas, la oxigenación de los núcleos, la evolución, la desdensificación de los centros apoltronados, burocratizados, anquilosados. Y para comprender un poco más qué significa para nosotros lo marginal o la marginalidad, acudimos a la literatura, particularmente a dos autores, Jorge Luis Borges e Ítalo Calvino. En la obra de ambos está presente en todo momento la idea del espacio, y muy en particular del espacio marginal. En el caso de Borges, él mismo elige el espacio marginal como sitio en el cual se instala, se acomoda, se mueve, camina, observa, se encuentra a sí mismo y desde donde crea su obra literaria por medio de una escritura potente, que sigue el ritmo de su cuerpo, en un caminar que oscila entre los extremos. Lo marginal para Borges es el espacio donde las cosas se miran, desplazadas del núcleo, con perspectiva, se perciben en otro ritmo. El mismo Borges nos dice: "el término las orillas cuadra con sobrenatural precisión estas puntas ralas, en que la tierra asume lo indeterminado del mar" [5]. La literatura de Borges es marginal, y de hecho sus estudiosos la definen como una obra "entre géneros", es decir, parece que abarca más, es más libre, amplia, rebasa las fronteras de los núcleos que la generaron, pero a su vez no los abandona, se asoma a otros territorios, abreva de ellos, pero siempre permanece.

Para Ítalo Calvino, los espacios marginales son nuevos centros de liberación, de planteamientos y replanteamientos, de creación. Un ejemplo de ello está en su novela El barón rampante: el protagonista Cossimo, asfixiado en un mundo estereotipado y rígido, huye a un espacio marginal desde donde crea toda una nueva forma de habitar, y lo hace además poéticamente.

IV

Sobre la idea de "espacio" existen múltiples definiciones e implicaciones. No me detengo en ello, solamente tomamos aquí, por un lado, la idea que se refiere al espacio del pensar y del sentir, y por otro lado, los espacios que, mediante nuestros sentidos físicos, los seres humanos habitamos y en los que se expresa el imaginario. Ambas connotaciones se explican con claridad en la idea de "habitar". La palabra habitar deriva de la palabra "hábito", y se refiere a todo tipo de actos que al manifestarse y practicarse cotidiana o regularmente forman costumbres, ritos, maneras de vivir. A este respecto, Octavio Paz, en su libro El laberinto de la soledad [6], nos dice que los mexicanos somos pueblo de hábitos ritualistas; por ejemplo, en las fiestas religiosas, tan cotidianas en nuestro entorno mexicano católico, todo se viste "…con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, sus ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos… Durante los días que preceden y suceden al 12 de diciembre (día de la Virgen de Guadalupe), el tiempo suspende su carrera… nos ofrece un presente redondo y perfecto, de danza y juerga, de comunión y de comilona con lo más antiguo y secreto de México…". Y en otro fragmento comenta: "La vida de cada pueblo está regida por un santo, al que se le festeja con devoción y regularidad… En esas ceremonias el mexicano se abre al exterior. Todas ellas le dan ocasión de revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos y los parientes".

Aunque en nuestro mundo contemporáneo estamos sumergidos en una "sociedad del espectáculo que se percibe principalmente con la vista" [7], el imaginario urbano arquitectónico también, y quizá principalmente, nos envuelve y nos habita a través de todos los sentidos humanos. Leamos lo siguiente: ¿"Mercados sobre ruedas", o actuales centros comerciales? (…) prefiero los primeros porque los tianguis mexicanos están al aire libre; su espacio lo conforman una serie de carpas raídas y semiuniformes de varios colores, que tamizan el paso de la luz; (…) es escenario milenario y cotidiano donde todos actuamos en el (todavía vigente en nuestro país) "mundo trueque" (…) Es además un auténtico espacio democrático por donde cualquier tipo de gente puede acceder sin ningún impedimento o restricción social. La conformación y acomodo de los puestos en forma estrecha pero accesible permite que el "marchante" (como se nos dice a todos los que compramos o tan sólo pasamos por ahí viendo lo que se vende) se aproxime y provoque que se tenga un contacto casi cuerpo a cuerpo, donde los aromas: la fruta, las verduras, los perfumes, los alimentos, los sudores, se confunden formando una mezcla de vida homogénea.

Las mujeres desfilan en una interminable pasarela y los hombres no se cansan de admirarlas y piropearlas. El tianguis es un lugar de encuentro, de movimiento, un vaivén de alientos y respiraciones, de miradas, por donde cada uno pone las pupilas en lo que se le antoja, en lo que puede tocar, en lo que se quisiera llevar.

-¡Pruébelo jefa! -pregona el vendedor-, la probadita es gratis (…).

En otro ejemplo, Vicente Quirarte, en Biografía literaria de la Ciudad de México, cita a José Emilio Pacheco, quien se refiere a una percepción de la ciudad desde otros sentidos físicos, sobre todo desde el surrealismo que redefine cotidianamente nuestros espacios urbanos. Dice Quirarte: "José Emilio Pacheco deja testimonio de su admiración por la avenida donde la ciudad palpitaba, polifónica y fecunda" [8]: San Juan de Letrán... huele a tacos de canasta y de carnitas, a tortas compuestas, tepache, jugo de caña, aguas frescas, lámparas de kerosén, perfume barato, líquido para encendedores, dulces garapiñados, papel de periódico y revista, de librito de versos de Antonio Plaza y novelita pornográfica.

Es imposible caminar rápido porque la acera se encuentra atestada por los que (ya desde entonces) no tienen trabajo o acaban de llegar del campo y toman fotos instantáneas, pregonan billetes de lotería, venden toques eléctricos para probar la resistencia, huevos duros, charales, chupamirtos para la suerte en el amor, barajas españolas, lotos tic, estrellas cinematográficas, puñales con inscripciones retadoras, pañuelos bordados en que se imprime al instante el nombre de la persona amada, perros, pájaros, gatos, callicidas, lombricidas, pliegos de versos contra la policía, bandas pegajosas atrapamoscas, flores, ganzúas para forzar puertas y ventanas, juguetes populares de madera y hueso, agujetas, hojas de afeitar, corridos sobre la última huelga, navajas con destapador, sacacorchos y limas de uñas, imágenes del Sagrado Corazón y de la Virgen de Guadalupe, folletos de Stalin, condones, reverberos, lápices, distintivos metálicos, cuadernos con las canciones de moda, discos usados, macetas de pedacería (…).

Los ejemplos aquí citados y muchos otros enuncian, como ya decíamos, actos fundacionales que avían un permanecer y un pertenecer a, en un acto imperceptible de apropiación de un sitio para transformarlo en lugar…, en su lugar; todo ello gracias por, en y con el imaginario.

Conclusión

Si bien es cierto que en toda ciudad actual no podemos ignorar ni dejar de padecer muchas de las atrocidades e hibridaciones urbano arquitectónicas, las cuales en mucho son producto de la ingenuidad o de la ignorancia, tampoco podemos menospreciar la prevalencia y la evolución marginal del imaginario que únicamente puede manifestarse en ellas. Por lo tanto, como académicos, es esencial interesar a nuestros estudiantes en conocer, fortalecer, promover y dar libertad de manifestación a nuestro imaginario, particularmente en los espacios marginales. Si todo espacio académico es por naturaleza marginal, es aquí donde podría promoverse el conocimiento, la validación y la evolución del imaginario y, en nuestro caso, de las formas urbano arquitectónicas en que se manifiesta. Así, las cuatro propuestas sugeridas en este trabajo podrían promoverse principalmente en la licenciatura de arquitectura, ya que es en ella donde se forman los arquitectos constructores de los espacios que habitaremos cuando, por la globalización, el mundo, ineludible e irreversiblemente, sea ya totalmente plano [9]. Para identificar al imaginario, para validarlo e interpretarlo correctamente, es necesario cultivar nuestra sensibilidad al entorno existencial y a los propios supuestos del habitar, sólo así nos podremos comprometer de otra manera, a la manera poética, con la arquitectura


Notas

Bachelard, Gaston. "La poética del espacio", México: Breviarios Fondo de Cultura Económica, 1997.
1. Worringer, Wilhelm, "La Esencia del Estilo Gótico", Barcelona: Ediciones Nueva Visión, 1973, p. 15.
2. Worringer, op. cit., p. 19.
3. Enciso, Erika, "La plaza de la convivencia comunitaria: ya existía, pero no había sido fundada", Recuperado de http://www.architecthum.edu.mx/Architecthumtemp/ensayos/eenciso/eenciso2.htm.
4. Heidegger, Martin, "Arte y poesía", México: FCE, 1992, p. 139.
5. Guajardo Ortiz, Laura, "La marginalidad espacial en El Aleph de Jorge Luis Borges: hacia una espacialidad de lo entrañable", Tesis de Maestría en Humanidades, México: Universidad Anáhuac, 1997, p. 27.
6. Paz, Octavio, "El Laberinto de la Soledad", México: FCE, 1997, pp. 53-71.
7. Debord, Guy, "La sociedad del espectáculo", Barcelona: Pre-Textos, 2003, (179 pp.).
8. Quirarte, Vicente, "Elogio de la Calle", biografía literaria de la Ciudad de México 1850-1992, México: Ediciones Cal y Arena, 2004, pp. 612-613.
9. Friedman, Thomas L., "The World is Flat, a Brief History of the Twenty-First Century", New York: Farrar, Straus and Giroux, primera edición, 2005.
*Ponencia presentada en el 52 Congreso de Americanistas, llevado a cabo en Sevilla España, julio de 2006 y posteriormente publicado en la Facultad de Arquitectura, diciembre de 2007.

Bibliografía

Bachelard, Gaston. "La poética del espacio", México: Breviarios Fondo de Cultura Económica, 1997.
Debord, Guy, "La sociedad del espectáculo", Barcelona: Pre-Textos, 2003.
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Friedman, Thomas L., "The World is Flat, a Brief History of the Twenty-First Century", New York: Farrar, Straus and Giroux, primera edición, 2005.
Guajardo Ortiz, Laura, "La marginalidad espacial en el Aleph de Jorge Luis Borges: hacia una espacialidad de lo entrañable", Tesis de Maestría en Humanidades, México: Universidad Anáhuac, 1997.
Heidegger, Martin, "Arte y poesía", México: FCE, 1992.
Paz, Octavio, "El laberinto de la soledad", México: FCE, 1997.
Quirarte, Vicente, "Elogio de la calle", biografía literaria de la Ciudad de México 1850-1992, México: Ediciones Cal y Arena, 2004.
Worringer, Wilhelm, "La esencia del estilo gótico", Barcelona: Ediciones Nueva Visión, 1973.


María Elena Hernández Álvarez