Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


El templo creado en el mito

Irasema Gallo Ramírez


Fotografía 1.

"Lo sagrado es una cualidad de las cosas que no poseen por sí mismas
y que una gracia mística les concede. El ser u objeto consagrado puede no sufrir
ninguna modificación aparente, sin embargo su transformación es absoluta.
Ya no es posible utilizarlo libremente.
La fuerza oculta en el hombre o en los objetos consagrados
está siempre pronta a propagarse fuera,
a derramarse como un líquido o a descargarse como la electricidad.
Dispone para atraer de una especie de fascinación...
De lo sagrado espera el creyente todo el socorro y todo el éxito.
Es indivisible y está siempre allí donde se halla".
(Roger Callois, "El hombre y lo sagrado", 1942).

Templum, es un término de origen latino que se relaciona directamente con el vocablo griego témenos, que significa recinto sagrado ó sitio reservado a una deidad. El termino iglesia procede del termino eklesía que significa reunión o asamblea. Este término determina una acción comunitaria, de participación grupal. En cambio, el término templo se refiere al espacio arquitectónico en sí. "La arquitectura nace como una necesidad del espíritu que ésta presente en el mundo; lo que es propio del mundo ya tiene en el mundo las condiciones para realizarse; pero el espíritu que anida en el mundo necesita modificarlo para realizarse como unión substancial de carne y espíritu, para dar cabida a las necesidades nuevas (espíritu-corporales) que trae consigo". El templo congrega estas categorías de lo sagrado que lo convierten en objeto místico. Según las escrituras bíblicas: "El altísimo no habita en edificios construidos por los hombres", (Is 66,1s) Jesús al enemistarse con el templo y sobre todo con la teología del templo dice: " Destruid este templo y en tres días lo levantaré" (jn2, 19) Y se propone como único y nuevo templo manifestado en la hostia consagrada que habita en el templo. Por ello se dice que el templo es la casa de Dios, y el hombre acude a esta casa para establecer con él un diálogo, el templo es el signo del dialogo con Altísimo. Con el análisis del templo católico, se pretende llegar a tener una idea más clara de lo que este edificio es, más allá de la tipología y de su historia formal.


Contexto socio-histórico

El hombre busca la trascendencia del sí mismo mediante el ámbito de lo sagrado, en torno al poder, al misterio o a lo religioso. Para ello sacraliza objetos, tiempos, personas, acciones y espacios. Sacraliza espacios para distinguirlos del resto del mundo. El templo católico es uno de estos objetos, por lo que centraremos la reflexión en este espacio que es lugar de dialogo con Dios. El templo cristiano es la expresión de la religiosidad del pueblo que lo construye. Es "el compromiso con el evangelio, con Cristo, el cual implica un compromiso con el hombre, con la justicia y con la paz, para ello los templos tienen que manifestarla, y dejar que de ser monumentos ajenos a la realidad cotidiana del mundo". Por eso, para comprender al templo en su historia es necesario también comprender la historia de la salvación. Para la religión católica este concepto surge del dialogo de Dios con su pueblo y se formaliza al establecer un pacto de alianza con la humanidad a través de Abraham, al ofrecerle vida eterna al pueblo peregrino.

Dios ofrece a Abraham un pacto de alianza al constituir el pueblo peregrino, "Mantendré mi pacto contigo y con tu descendencia, en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros, Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus andanzas como posesión perpetua. Y seré su Dios." (Gn 17, 7s). Con esta alianza surge la legislación sobre la relación del hombre con Dios, sobre el culto (Ex 23, 14-19) y sobre el altar (20-22-26). La importancia del lugar donde se realiza el culto es relevante. Moisés bajo y contó al pueblo todo lo que había dicho al Señor, todos sus mandamientos y el pueblo accedió a hacer lo que les comunicaba el Señor. Entonces Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor; madrugó, y levantó un altar a la falda del monte y doce estelas por las doce tribus de Israel. (Ex 24, 3s). Una vez dadas las nuevas condiciones del Señor, el pueblo que viajaba en busca de la tierra prometida requería un lugar de culto que permitiera el dialogo y contacto con el Señor; este lugar debía tener la característica de ser móvil, como el campamento. Dios había prometido a Moisés, "Yo estaré contigo" (Ex 3, 12). Es mediante el tabernáculo, santuario portátil que se convierte en el lugar de encuentro con Dios. En él albergan el arca de la alianza, signo del pacto con Dios, centro de culto, trono de Dios (Sal 80,2; 1 Sa 4,4) y santuario de su palabra.

El santuario o tabernáculo media quince por veinte centímetros aproximadamente, según la descripción bíblica (Ex 26 y 27) era de lonas de lino, color púrpura, roja y escarlata, con la cubierta de tejido de pelo de cabra. Su estructura era de madera. Su interior estaba dividido por una estructura que separaba el santo del santísimo. En el último se colocaba el arca, y en el Santo la mesa de los panes y el candelabro de los siete brazos. El santuario tenía un vestíbulo y un atrio de quince por veinte centímetros, con el altar de lo holocaustos. Su sistema constructivo y apariencia debieron ser similares a las tiendas que utilizan actualmente las tribus nómadas del desierto, pero por su tamaño, cuidado y riqueza debió destacar del conjunto de tiendas del pueblo de Israel en peregrinación. Aunque se le llamaba tienda de reunión, el pueblo no entraba a su interior, ahí se consultaba a Yahvé y él pronunciaba sus oráculos. Sin embargo aún no había presencia personal de Dios en el espacio, ya que no se había manifestado. Por eso se dice que el primer templo fue el de la tradición judeo-cristiana el del dialogo con Dios por medio de Moisés y el símbolo de ese dialogo son las doce piedras que colocó Moisés ante el monte.

Los primeros templos ubicados en Jerusalén mantuvieron las características del tabernáculo; es David quien concibe la idea de crear uno de piedra como los paganos, y este templo se construye mediante tres etapas de constante destrucción. Sin embargo se mantenía la distribución del esquema tabernáculo. Este templo de tipologías monumentales y de exuberancia ornamental, su característica de palacio de fortaleza contrastaba con la modestia del tabernáculo. La sinagoga, elemento utilizado por los judíos constituye un antecedente del templo, ya que Dios se hace presente en la celebración comunitaria de la palabra. La sinagoga es un lugar sagrado más pequeño que el templo, y sin carácter sacrificial. Tampoco pretende ser morada de Dios. Cristo le da nuevo sentido al antiguo Testamento, le da su carácter de casa de oración al templo de Jerusalén lo considera casa de oración (MT21, 12) y casa de su Padre. "Anuncia la destrucción del templo (MY24, 2) y prepara a sus discípulos para que comprendan cuál es el nuevo y verdadero templo". Esto es resultado de la nueva concepción de centra el culto en Cristo, en su iglesia y en los sacramentos. Desde entonces, Cristo se convierte en el único templo y permanece en la Eucaristía y en la comunidad que se constituyen como piedras vivas cuya piedra angular es Cristo. (Pedro es la piedra angular de la Iglesia, el primer Papa). Entonces el templo es: el lugar donde se reúne la comunidad cristiana en torno a la eucaristía, sacramento religioso del Dialogo con Dios.

El lugar para realizar el rito era indiferente, sólo se necesitaba una mesita para depositar las sagradas especies y un recinto para la asamblea del pueblo. De estos dos elementos, cuando las circunstancias históricas fueron más propicias, se inició la evolución de la arquitectura y el arte cristianos. Jesús instituye la eucaristía al celebrar la cena de Pascua; este es el acontecimiento central de la vida cristiana; se inicia la historia de la liturgia e indirectamente la historia del arte cristiano. La liturgia es la vivencia existencial del misterio de Cristo. Y el espacio donde se realiza la liturgia es arquitectónico, de ahí que se relacione con la obra de arte, ya que los espacios y elementos utilizados pueden ser diseñados; los resultados a través de la historia han sido impresionantes. El templo ha sido espejo del tiempo histórico en que fue construido. Representa la síntesis de las realidades económicas, políticas, sociales y culturales.

A través de la historia, ha adquirido diversas formas, desde la basílica cristiana que retoma del edificio romano destinado a actividades comerciales y judiciales; al bizantino que desarrolla una planta circular u octagonal, con una cúpula central no sólo ubicada ahí por razones constructivas, sino también de sentido cosmogónico. En el Románico del S.XI, se da la unificación de la liturgia y la arquitectura. En la arquitectura la fusión de los elementos bizantinos y latinos, originan esta expresión. En la liturgia se destacó el espíritu individualista, y en el arte el aspecto humano de cristo, su pasión y su muerte más que su resurrección. En el gótico, la catedral era la casa de Dios, casa de los hombres y reflejo de la prosperidad económica; a diferencia de la basílica bizantina que era la expresión de la gloria de la iglesia y el poder. En el gótico se mezclaba lo espiritual y lo temporal, lo sagrado y lo profano. En el siglo XVI el hombre, desligado de la vida orgánica y mística de la Edad Media, experimenta la tremenda sacudida del humanismo y en la búsqueda de sí mismo, crea en la arquitectura renacentista un estilo apto para las más fastuosas ceremonias y se aplica el estilo grecolatino al culto cristiano, el carácter monumental se reduce al uso de elementos decorativos.

En el barroco, el concilio de Trento ocasiona las acciones extralitúrgicas de los fieles. Este estilo logra expresar un triunfo de la iglesia católica ante el protestantismo. Es en el templo mexicano donde esta expresión alcanza su máximo esplendor. Después de esta etapa, resurgen las expresiones del pasado como el románico, el neogótico, el neoclásico, entre otros, como la expresión formal del templo. Con la llegada de los españoles a México, surgió una nueva tipología de santuarios.

El afán de conquistar la ideología teológica, incorporó espacios nuevos a estos edificios; tales como los atrios, las cruces en el atrio, las capillas pozas y las capillas abiertas, las pilas bautismales, entre otros, los cuales dieron sentido a la historia que iniciaba una fase en su interrumpida evolución. Los religiosos tenían ante sí un reto enorme que debían superar o al menos igualar, para demostrar la trascendencia de la doctrina que predicaban y de la sociedad que representaban. De esta manera fue como las constantes búsquedas arquitectónicas provocarían una de las más grandiosas expresiones de este género. La intención con la que fueron concebidos estos edificios fueron las de causar en los indígenas admiración y respeto, hacia este nuevo género de edificio. Para ello, los templos fueron diseñados sobre montículos naturales o artificiales, para referir una imagen de fortaleza.

El aspecto externo del conjunto del templo tuvo su inspiración en la idea utópica de la Jerusalén Celeste que, como símbolo litúrgico, se concebía como "la fortaleza espiritual de la iglesia militante". Estas edificaciones querían "igualar" lo profundo y complejo de las creencias del mundo mágico y mítico que los indígenas mesoamericanos manejaban por generaciones. Por su parte los europeos nutrían este mundo de simbolismo con la mezcla de tradiciones que se dieron en la península ibérica, las cuales mostraban los conceptos mahometanos de la proporción y la belleza, del espíritu de la reconquista cristiana, de las cruzadas y del mudéjar con sus formas para eliminar el "horror al vacío". Composición y decorados de mezclas mudéjares, góticas, renacentistas, platerescas y románicas fueron transformados por el ingenio de la mano de obra indígena. El conjunto del templo estaba conformado por un amplió atrio o patio procesional, un templo, la capilla abierta, el baptisterio, el convento y los colegios. La capilla abierta es una aportación mexicana a la solución de espacios religiosos para atender grandes multitudes. Se originó a partir de la necesidad de satisfacer las formas de vida de la comunidad cristiana, quienes en sus ritos no penetraban al espacio cerrado. El culto exterior, de gran arraigo en los pueblos mesoamericanos, fue determinante para el diseño del atrio y los elementos del ritual externo de los que se dotó a las construcciones.

Una vez concluido el periodo de la conquista y afianzada la evangelización que cubría a casi la totalidad de los nativos. Surge una nueva propuesta tipológica del templo. Éste mantiene su concepto de identificación en el contexto urbano por su escala sobresaliente y su estructura pétrea que encajona el espacio interno. En el interior, mantiene un eje longitudinal que parte de la puerta y culmina en el presbiterio. La cúpula aparece como un elemento que enfatiza el enlace entre el eje de la nave y el eje que da origen al crucero ubicado como preámbulo del altar. Las cúpulas caracterizan el interior de la mayoría de los nuevos templos fungiendo no solamente como la nueva categoría formal del templo novohispano, sino también de un código de símbolos en el interior, ya que llegaron a aducir la entrada de luz por estos espacios como manifestación divina. La techumbre de la nave fue por lo general una bóveda corrida con apoyos intermedios (generalmente arcos). Durante los tres siglos de la colonia, se edificaron más de quince mil templos con diversidad formal y respuesta particular al rito católico. El templo barroco se separa del modelo europeo y acentúa su calificación de "mixto", la alteración del clásico griego del renacimiento por un clásico aún más antiguo: el clásico del templo de Salomón, según las descripciones bíblicas, dio paso a un barroco rebelde que descubre nuevos espacios en las formas que convierten al soporte en algo únicamente decorativo, y no en la esencia misma de la estructura arquitectónica.

En el siglo XVIII, las reformas borbónicas marcan la arquitectura de la producción del templo en esta época. Su caracterización formal se nutrió de los órdenes clásicos de arquitectura civil. Sus formas eran austeras, proporciones medidas y "normas estéticas de buen gusto" que conformaban la expresión del templo católico. Algunos elementos tipológicos fueron retomados e insertados en el templo, utilizando frontones, columnatas y remates de sabor grecorromano. Los retablos barrocos fueron sustituidos por altares y baldaquinos de corte neoclásico. En la época del periodo conocido como porfiriato, las construcciones en general estaban basadas en la producción de las modas europeas. Los templos no escapaban a esta situación.

Las tipologías de este periodo iban desde templos de planta bizantina, románica o neogótica a las combinaciones de acabados en cantera, mármol, hierro o granito. Todo con el fin de dar una imagen de modernidad y solidez, pretendida por este periodo. Después de la revolución, la arquitectura posrevolucionaria dio apertura a nuevas ideas formales. Los templos se ven influenciados por "los estilos", desde el art-deco hasta la sobriedad de los estilos posmodernos que renuncian a la ornamentación e incursionan en la abstracción geométrica. Las nuevas tecnologías son aplicadas en este género de edificios, y comienza una etapa donde las tipologías del pasado son sustituidas por nuevas y creativas formas de expresión. Aunado con esta corriente internacional, aparece el Concilio Vaticano Segundo, el cual transforma la liturgia católica. El rito tiene una nueva condición en donde señala el renacimiento del arte religioso en el seno de la iglesia católica, por ello este documento pretende dar recomendaciones de la estructura de los templos, y de la significación de los elementos que lo componen.

El templo contemporáneo forma parte de la palabra que el hombre dirige a Dios y es el ámbito en el que se desarrolla el diálogo formal y real, el diálogo litúrgico con Dios. Sin embargo, no podemos pretender dotar de religiosidad a un templo sólo por los estilos históricos que en él se manifiestan. Es mediante las reformas de Pio XII, a través de las cuales nuevos planteamientos y soluciones arquitectónicas han sido aplicados a este género de edificio. La renovación litúrgica vino a impregnar de nueva vida a estos edificios. Este es el panorama general de la existencia del templo a través de la historia, sin embargo es importante recalcar que algunas de estas expresiones mucho o poco han contribuido al dialogo con Dios; es decir, a ser ese medio de comunicación.

La iglesia en México con sus características tan peculiares, consiste en la expresión materializada de una serie de simbolismos históricos que van desarrollándose y transmitiéndose de generación en generación. Los valores habrán cambiado, la sociedad, la cuidad, la realidad; pero el respeto y asombro ante un templo del siglo XVII o de nuestra realidad (si es que los hay), continua vigente si entendiéramos la voluntad creadora que se expresó hace unos siglos. Descubrir la atemporalidad y eternidad de estos edificios es redescubrir las raíces y descubrir el presente. El cristianismo no desarrolla una arquitectura cristiana; nunca ha existido tal. Toma los elementos arquitectónicos y artísticos en general que la cultura le ofrece y los utiliza en función de necesidades propias.


El mito


Fotografía 2.

El mito es el elemento épico de la primitiva vida religiosa, el rito es su elemento dramático. Tenemos que empezar estudiando al segundo para comprender el primero. El hombre, desde sus orígenes no ha podido vivir en el mundo sin un intento por comprenderlo. El mito surge de la profundidad de las emociones, donde el hombre manifiesta la expresión de un sentimiento que convierte en imagen. Es mediante la expresión simbólica como el hombre plasma este cúmulo de emociones y mediante el mito, es como el hombre crea un efecto calmante entre la comprensión de la vida actual y la muerte. Cada pueblo cuenta con una serie de mitos que lo identifican, la mejor manera de conocerlo es analizando sus ritos. Los postulados del catolicismo se mantienen vivos por medio del rito, se encarna y reencarna a Jesucristo Salvador del mundo. Es tan contemporánea como milenaria la ejecución del acto ritual de la misa. En el templo cristiano es donde se desarrolla este rito litúrgico, culto oficial de la iglesia, celebración de la eucaristía y audición de la palabra de Dios. Es en la celebración litúrgica, mediante los sacramentos, en donde se da el punto culminante de la vida religiosa, en su encuentro con Dios; es en este ritual donde sucede lo que señala Cassirer (1947), "cuando el hombre ejecuta un ritual religioso o una ceremonia, no se encuentra en estado de ánimo puramente especulativo o contemplativo. Vive una vida de emociones, no de pensamientos". Se transporta al Dialogo con Dios en su interioridad para tratar de saciar su ansiedad y necesidad de infinitud. Por medio de la teología de la revelación y reflexionando en la fe, el hombre penetra en el misterio de Dios, conoce el origen y destino divino de la creación, el origen y destino del hombre. Se marca respuestas ante las interrogantes que le agobian.

En el templo, las experiencias del espacio sagrado se presentan según la relación con Dios que plantea la doctrina del tiempo y el mito. En el transcurso de la historia, se ha presentado a la divinidad como distante y terrible o bondadosa y cercana, con exigencias de sacrificios sangrientos u ofrendas simbólicas. "Los sagrado es una cualidad de las cosas que no poseen por sí mismas y que una gracia mística les concede. El ser u objeto consagrado puede no sufrir ninguna modificación aparente, sin embargo su transformación es absoluta. Ya no es posible utilizarlo libremente" (Cassirer 1947). La fuerza oculta en el hombre o en los objetos consagrados, está siempre pronta a propagarse fuera, a derramarse como un líquido o a descargarse como la electricidad. Dispone para atraer de una especie de fascinación. De lo sagrado espera el creyente todo el socorro y todo el éxito.?Es indivisible y está siempre allí donde se halla (Callois, Roger, "El hombre y lo sagrado") El templo mediante estas fusiones ha adquirido valores y significaciones. Lo útil-simbólico del templo está impregnado del misticismo. Este espacio ya no es más un objeto de uso común, y por ello es respetado y valorado. A su vez, se le exigen ciertas cualidades y ciertas restricciones. El espacio ha trascendido su cualidad terrenal, para convertirse en el espacio celestial.

Es mediante el mito, el valor expresivo o social de gran interés para la comunidad religiosa, quién lo crea y quién lo vive, influyendo profundamente en la religiosidad de la comunidad que frecuenta el templo. Curiosamente, existen elementos a los que no se les han designado "reglas" específicas o bien, donde nada especifica una actividad; sin embargo su carácter sagrado se las ha conferido. Al presbiterio, los fieles no se acercan a pesar de que no hay en la liturgia algún impedimento. Se respeta el espacio sagrado, no es digno de ser usado por cualquiera cuya función no vaya acompañada del ejercicio del rito. Incluso míticamente las personas al pasar frente a una iglesia por la calle se persignan ante el edificio ya que se están presentando ante el santísimo sacramento. El espacio sagrado "induce conductas", la solemnidad y silencio son parte del ritual sagrado. Se convierten en la presencia de lo ultraterreno. Lo sagrado atrae o repele, se muestra accesible o inaccesible según las diferentes acepciones de los individuos.

La fusión del catolicismo europeo con las creencias del mundo mágico y mítico de las culturas mesoamericanas, dieron por producto una concepción muy interesante de la religión católica, basada en el ritualismo y el sacrificio. Se fusionan tradiciones de ambos lugares para producir nuevas expresiones. El ritual, mítico ya no sólo se limita al ritual litúrgico; se incorpora a ello, las peregrinaciones que los indígenas realizaban a sus deidades se recrean en el catolicismo al igual que "la contemplación del horror, la familiaridad y la complacencia en su trato, constituyen otro de los rasgos que se manifiestan en la concepción religiosa. Los cristos ensangrentados, los velorios, las costumbres del culto a los muertos" (Anaya, 1996).

También el "horror al vacío" es otro de los temores que se incorporan a su vida mítica y que plasma en sus creaciones artísticas. Los templos que surgen de la fusión del catolicismo con la cultura indígena expresan la monumentalidad de la grandeza del soberano para el que fueron concebidas. Las experiencias pasadas de las pirámides nos son familiares y nos permiten relacionar aceptablemente esta monumentalidad. La profundidad con la que nuestro pueblo se manifiesta religioso, se basa según Paz, en nuestra concepción mítica redentora. La complejidad de las costumbres rituales, es la detonadora del programa arquitectónico; templos, tumbas, conventos, atrios, capillas pozas, etc. A través de la historia estos han sido los elementos que han ido anexándose o eliminándose del programa. Estos mitos que perduran a través de la historia han manifestado características en los templos de México muy peculiares y particulares del espacio-temporal para el que son concebidos.

El héroe

A lo largo de la historia de los templos en México, se puede observar que los detonadores de su construcción, fueron los monjes de las distintas órdenes misionales que mediante estas construcciones iniciaban la conquista ideológica de México (la otra conquista). Los religiosos tenían ante sí un gran reto que debían superar o al menos igualar, para demostrar la trascendencia de la doctrina que predicaban y de la sociedad que representaban. De esta manera fue como las constantes búsquedas arquitectónicas provocarían una de las más grandiosas expresiones de estas manifestaciones espaciales. Mediante los templos, la iglesia daba cuerpo al ideal de la nueva sociedad en su carácter ideológico-político. En muchos casos, estos edificios marcaron la pauta para el emplazamiento de las ciudades que actualmente habitamos. El templo en su modalidad de expresión artística, sobrepaso la ciudad o región donde se originó. Para el mexicano, el templo es el simbolismo de una nueva etapa que nace con la conquista y que se presenta como un mestizaje social, económico e incluso político.

"La voluntad creativa"


Fotografía 3.

"Se ha podido todo lo que se ha querido, y lo que no se ha podido es porque no estaba en la dirección de la voluntad artística" (Worringer, 1973), mediante el estudio del hombre primitivo, el hombre clásico, el hombre oriental y el hombre gótico, establece una relación de la expresión artística de estos diferentes grupos. Es de ahí que surge la idea de la voluntad creativa, la cual valora cada una de las expresiones al comprender aquello que motivo a realizar determinada expresión. "En el hombre primitivo el dualismo entre el hombre y el mundo lo lleva a un terror espiritual del mundo externo. Por ello trata de convertir al universo relativo en valores inmutables y absolutos. Esto le lleva a crear el idioma, el arte y sobre todo la religión. El dualismo del Hombre y el mundo es también el dualismo de Dios y el mundo" (Worringer, 1973). Tomando como fundamento la idea de la voluntad creativa de Worringer, los templos católicos mexicanos, tienen mucho que ver con los aspectos que señala acerca del símbolo; cuya expresión formal es el resultado de una idea preconcebida que le da sentido a la existencia del objeto.

Desde la orientación de los edificios que ven hacia el oriente donde nace la vida y se transporta dentro del templo hacia el umbral; como hasta la vela que es colocada y encendida según el símbolo que representa. Todo dentro del templo tiene una razón de ser, nada es arbitrario, si surgiera, cabría la arbitrariedad, estaríamos negando al Dios que es todo orden y armonía. En la búsqueda por crear un dialogo permanente con Dios, crea el espacio que contendrá a tan excepcional suceso. La "voluntad creativa" a través de la historia ha sido testimonio de la capacidad de proponer que el edificio cumpla con las características de espacio, tiempo, misticismo, realidad, etc. Los resultados han sido excepcionales, algunos ejemplo son las iglesias misionales o los grandes templos barrocos que majestuosamente exhiben elementos doctrinales y míticos en sus muros y cubiertas.

Pareciera que hoy, los templos carecen de esa magia, y esa particularidad, ya que la fuerza de las tipologías hace algunos años, siguen tan impregnadas en nuestra mente, que aún seguimos usando esos espacios que nos transportan a lo ultraterreno. Sin embargo, la realidad es diferente. Ante una sociedad que paradójicamente poco a poco ha ido perdiendo su afinidad por el credo católico, pero que se sigue manifestando de manera religiosa y ritualista en todos los aspectos de su vida; debe suscitarse una nueva propuesta que construya formas y espacios sagrados sofisticados, más complejos que los espacios sagrados del pasado. Un templo que sea el reflejo de anhelos artístico-religiosos, anhelos sociales, la riqueza material, el sentido de la estética y hasta los sentimientos de la nación. Donde la voluntad creativa trascienda su sentido de hombre primitivo y se situé en la nueva realidad. Encontrar la nueva expresión de magnificencia en un mundo racionalidad y deshumanización es el principal reto.

Trasfondo en arquitectura


Fotografía 4.

Hartmann propone la existencia de un trasfondo en la arquitectura que se da mediante la relación de estratos, por ello es interesante tratar de descubrir si tras de lo real captable del primer plano existe algún trasfondo por revelar. Por ello analizaremos si en el templo tras la función de rito litúrgico, existe algún trasfondo en la obra, ya que esta idea es interesante, porque ese trasfondo es el que le da "vida" a la obra, lo particulariza y lo hace común para que la sociedad se apropie de ella. El habitador tiene conciencia del todo en la obra, cuando recorre las construcciones o cuando desde una perspectiva se aprehenden otras perspectivas, lados y formas espaciales. A continuación trataré de identificar el trasfondo en los templos:

Estratos externos de la obra

Composición según el propósito. La finalidad del templo es crear un hábitat propio, donde tiempo y espacio se conjugan para dar lugar al edificio; donde la abstracción manifiesta contenidos humanos y ultraterrenos. Este edificio atiende necesidades concretas del hombre de hoy. Su propósito se manifiesta más allá de un espacio que envuelve un rito, el edificio mismo es un rito. Denota y connota al catolicismo, que se manifiesta simbólico en cada elemento formal. Tiene la cualidad de fusionar en él, la historia bíblica y la historia social. La composición espacial posee una infinidad de propuestas que pueden dar forma a este propósito. Sin embargo existen normas de carácter general que la liturgia establece y que pautan la distribución de algunos elementos.

Después del concilio del Vaticano II, la liturgia se vio reformada y por tanto los templos. Su finalidad práctica siguió siendo la misma, sin embargo su rito se modificó. Los nuevos preceptos son los que hoy marcan pautas, ellos se refieren a lo siguiente: Los templos deben ser aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles. Este hecho marca la pauta de formal en planta en donde la tradicional nave o forma de cruz, aleja a los fieles del rito, y por tanto los hace menos participes de éste. Una de las formas que podemos observar en los templos contemporáneos es su distribución en forma de auditorio, donde se busca que todos se sitúen lo más cercano al presbiterio. Los desniveles en las naves obedecen a una mayor atención y relación de pueblo-ministro.

La Santa Madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, buscó constantemente su noble servicio e instruyó a los artistas principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales. El objetivo es promover a favorecer un arte auténticamente sacro, donde busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también en las vestiduras y ornamentación sagradas. Este apartado refiere a la simplicidad estética que debiera caracterizar al templo católico, como expresión de una concordancia entre credo y obra. Sin embargo, la ostentosidad sigue marcando una gran influencia en este género de edificio. Los antepasados no tomaron en consideración este aspecto, aunque ellos afirman que: "la iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que acomodándose al carácter y las condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente. También el arte de nuestro tiempo y el de todos los pueblos y regiones ha de ejercerse libremente en la iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos sagrados con el debido honor y reverencia.

El templo no se diseña como un especie de "ente", sino que es el uso y no el origen lo que le da su posición y capacidad para suscitar actos o representaciones (religiosas, culturales, míticas, etc.) que le confieren significado. Respecto a esto, el concilio señala: "Los artistas que llevados por su ingenio, desean glorificar a Dios en la Santa Iglesia, recuerden que su trabajo es una cierta imitación sagrada de Dios creador, y que sus obras están destinadas al culto católico, a la edificación de los fieles y a su instrucción religiosa." "Revísense cuanto antes, junto con los libros litúrgicos, de acuerdo con el art. 25, los cánones y prescripciones eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la apta y digna edificación de los templos, a la forma y construcción de los altares, a la nobleza, colocación y seguridad del sagrario, así como también a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden conveniente de las imágenes sagradas, de la decoración y del ornato. Corríjase o suprímase lo que parezca menor conforme a la liturgia reformada y consérvese o introdúzcase lo que favorezca. Sin embargo este punto en cuanto a la materia y a la forma de los objetos y vestiduras, se da facultad a las asambleas territoriales de Obispos para adaptarlos a las costumbres locales, de acuerdo con el art. 22 de esta constitución" (Anaya, 1996).

La composición espacial interior de los templos ha cambiado con la historia y el concilio Vaticano II. Antes el espacio interior estaba subdividido, se contaba con una innumerable cantidad de capillas bautismales o de cualquier otro tipo, que seccionaban el templo y facilitaba la utilización de éste por medio de diferentes actividades simultáneas. Hoy la espacialidad no es fragmentada, una nave rige al concepto, y constituye el espacio más importante del conjunto. Su importancia prácticamente paraliza cualquier otra actividad que pueda desarrollarse dentro del templo. La nave está íntimamente ligada con el presbiterio donde se coloca el altar (antiguo altar de sacrificios) y desde donde el celebrante se dirige a la comunidad para efectuar los diferentes ritos. La pila bautismal, que antes ocupaba un espacio aparte en las capillas bautismales para ritos privados. Actualmente, se ubica en el presbiterio o muy cerca de él, ya que según el concilio, la mayoría de las celebraciones deben ser colectivas.

El sagrario, lugar donde se ubica el santísimo sacramento se ubica también sobre el presbiterio; sin embargo no ocupa el lugar central, como antes de las reformas al concilio en donde estaba en el centro y el celebrante debía estar siempre de frente a este elemento, hecho que propiciaba las celebraciones de espaldas a la comunidad. No hay estipulado un lugar definido, no obstante está siempre cerca del presbiterio sino es que en él; y además su disposición no permite darle la espalda ni al celebrante ni a la comunidad. Otros elementos como el ambón y los adornos están sobre el presbiterio. El coro, el campanario, la sacristía, criptas, atrio, capillas, confesionarios, etc., son elementos que componen el templo y que se agregan o sustraen según la categoría del mismo (parroquia, capilla, etc.).

La composición dinámica. La materia de la que se construye el templo, caracteriza la estructura formal; ya que como afirma Hartmann (1977): "no toda forma es posible en cualquier material, sino sólo una determinada en otra determinada, es una ley básica ontológicamente general". Es indiscutible que la expresividad de los templos ha ido siempre con los procedimientos constructivos. La cualidad de combinar técnica con expresividad, ha detonado el uso de materiales en determinadas épocas para otros géneros de edificios.

Estratos internos de la obra arquitectónica

El espíritu o sentido en la solución de la tarea práctica. En los templos, este sentido adquiere deferentes aspectos. Desde el uso de formas estructurales específicas para enfatizar algún espacio y que se convierte en el espíritu espacial interior, hasta la más sutil expresión cargada de simbolismo.

La impresión del conjunto de las partes y del todo. La característica de predominio sobre la población donde se asienta; que mediante la elevación de la construcción, por sus dimensiones y composición es el centro del paisaje urbano, es el punto de referencia, el lugar sagrado donde radica el poder.

La expresión de la voluntad vital y del modo de vida. La voluntad vital del templo cristiano va más allá de la monumentalidad, se refiere al reto de manifestar lo sagrado en formas mundanas; es decir, traerlo a la realidad profana. Generando un espacio donde se ubique al hombre y éste se pueda relacionar con la divinidad.


La poética del espacio en un templo

El libro de Gaston Bachelard, La poética del espacio, (1997) nos abre un nuevo universo por descubrir: la ensoñación. Mediante ésta, el hombre se sitúa en un espacio entre la realidad y la imaginación, la fantasía y los sentimientos; los recuerdos y las experiencias. Y nos hace voltear a ver el espacio, desde otras perspectivas, desde las de la poética. "Todo lo que hacen los bosques, los ríos o el aire caben entre este estos muros que creen encerrar la estancia Acudid caballeros que atravesáis los mares Sólo tengo un techo de cielo, encontraréis lugar" (1997). Bachelard, nos muestra mediante la poética, cómo el espacio de una casa puede ser tan sagrado y contenedor de universos, lo que se puede interpretar también como que el espacio sagrado es como el de una casa: universal y particular; refugio para cada persona, rincón y nido. El templo es refugio del hombre, rincón donde "el retiro del alma que tiene a nuestro juicio, figura de refugio. El rincón es el refugio que asegura un primer valor del ser" (Bachelard, 1997). En el espacio del templo, el hombre es universal y particular, participa colectivamente de lo sagrado y a su vez se relaciona individualmente con su Dios.

El templo es la casa de Dios, concebida por y para la comunidad eclesial; por ello será más casa de Dios en cuanto sea cada vez más casa de la comunidad de los hombres en los que habita y que ascienden hacia él. En esta "casa" (templo) es donde el hombre ve reflejado los estados del alma. Es entonces cuando ya no ve el espacio del templo, sino que ve su espacio sagrado, el de su templo. Se ha apropiado del espacio y se remonta a recuerdos, experiencias, esperanzas, fantasías, etc. Mediante la arquitectura, que no es un sacramento, participa de la sacramentalidad. Por ello la arquitectura del templo debe expresar la calidad de la acción que en ella se desarrolla, no mediante el monumentalismo ni mediante la magnificencia, sino destacando auténticos valores cristianos de paz y justicia social, fe y esperanza en el mundo futuro.

El objetivo de dialogo del templo para el encuentro de la comunidad eclesial con Dios, forma parte de la manifestación de respuesta que el hombre dirige al Padre de Jesucristo. Este proceso forma parte de aprender a apropiarnos de esta morada de Dios, ya que "nuestra alma es una morada, y al recordar aprendemos a morar en nosotros mismos, es entonces cuando el dialogo se efectúa, cuando el individuo mora en el templo y el templo en el individuo; ahí se inicia el dialogo con Dios. La inmensidad espacial del templo no radica en el objeto, en sus proporciones o alturas, sino que está dentro del individuo y es él quien puede llevarlo a la participación del movimiento de las imágenes. Es en nosotros, donde se renuevan las resonancias de la grandeza, "la contemplación de la grandeza determina una actitud tan especial, un estado del alma tan peculiar que el ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo de un infinito" (Bachelard, 1997). Es en la inmovilidad de la inmensidad cuando el hombre sale de ser para transportarse e iniciar ese dialogo, para hacer un viaje a la infinitud del espacio íntimo.

Por ello los templos deben de ser más que un diseño satisfactor de necesidades con amplia carga de significados y simbolismos, deben trascender hasta los estados de ensoñación del hombre donde se pueda originar la comunicación con Dios. Pues, el templo viene a tomar conciencia del mismo en el hombre. Los templos ejercen una influencia considerable en el culto, y en consecuencia, en sus las representaciones. Pero una influencia solamente directa: el templo no es propiamente el lugar de culto; los fieles no se congregan en él y su arquitectura no está hecha para el recogimiento individual, ni para las liturgias colectivas. Es esencialmente una morada, como su nombre lo indica. Es una morada individual; en determinadas circunstancias puede cerrarse, está sujeto a interdicción y posee a veces un recinto central al que solo el sacerdote tiene acceso.

El templo es el privilegio de las divinidades más importantes; casi se le podría definir a Dios como el ser divino poseedor de templos. El altar, así como las imágenes, las cestas, las coronas, los cetros; son objetos sagrados que por ser representaciones de la divinidad, su fuerza religiosa estriba en su función cultural y en la relación que guardan con el templo. Si ser obra significa establecer un mundo, el templo ha creado su mundo de libertad donde han creado obras sin pensar más allá que en ejecutar sus formas de vida. En una imitación original, de la forma de vida que está en el origen de los tiempos y en cada hombre, es arquitectura que hoy se confunde con el tiempo, con características únicas y singulares.

El templo se ha consagrado y ha transmutado del instante personal y colectivo para convertirse en un arquetipo. Es más que una construcción; es una obra que se manifiesta plenamente con cualidades inherentes a su concepción de utilidad. Su arquitectura contiene el valor teológico y moral, que por encima de estilos y convencionalismos comerciales, urge a la arquitectura de servir auténticamente al hombre. Los actos humanos como parte del carácter moral, tienen por tanto en la arquitectura, un acto humano, cuya responsabilidad moral es también la construcción del mundo. Es decir, una responsabilidad moral ante el sentido teológico arquitectónico. Para constituir al templo como riqueza de la humanidad.

Una riqueza en creencias y tradiciones

Las obras de ambos autores conllevan a la reflexión en la relación del templo con el habitante mexicano, su religiosidad, sus manifestaciones, su vida. El conocer al mexicano nos conduce a una idea más clara del por qué proliferó con gran facilidad este género de edificio (en cada pueblo hay un templo que lo caracteriza, que es un hito que simboliza la sociedad), cuáles son las pautas que han marcado la expresión formal de estos edificios, y el motivo del arraigo a esta religiosidad, entre otras cosas. Octavio Paz al referirse a la muerte, señala un aspecto muy interesante de nuestra sociedad en su libro El laberinto de la soledad, en el cual señala que el mexicano cree que el pecado y la muerte constituyen el fondo último de la naturaleza humana. Para nosotros la vida es una constante redención. De ahí que la religiosidad de nuestro pueblo sea muy profunda. Los antecedentes que marcan nuestra existencia (el pasado indígena y el español) nos han heredado una riqueza en creencias y tradiciones que no podemos negarnos y que fluyen por nuestro ser principalmente en los rituales colectivos. Arraigados a la religiosidad católica heredada por los españoles y a la religiosidad cósmica heredada por los indígenas; el culto a la muerte es también un culto a la vida, del mismo modo que el amor, que es hambre es anhelo de muerte.

Para los antiguos mexicanos, la muerte era una fase de un ciclo infinito, donde la vida no tenía otro objetivo que el de desembocar en la muerte. El sacrificio tenía un doble objeto: el acceso al proceso creador, y la alimentación de la vida cósmica y social (nutrido del sacrificio). Con la llegada del catolicismo, el sacrificio y la idea de salvación que antes eran colectivos, se vuelven individuales. "Para los aztecas lo esencial era asegurar la continuidad de la creación, el sacrificio no aseguraba la continuidad de la creación; este no entrañaba la seguridad ultraterrena, sino la salud cósmica. Para los cristianos el hombre es lo que cuenta. La muerte de Cristo salva a cada hombre en particular. Cada uno de nosotros es el Hombre y en cada uno están depositadas las esperanzas y posibilidades de la especie. La redención es obra personal" (Paz, 1993). Lo común entre ambas posturas religiosas es la vida, colectiva o individual, abierta a la perspectiva de la muerte, que es una nueva vida. Para el mexicano la vida solo se justifica y trasciende cuando llega la muerte.

Las analogías entre las creencias religiosas son las que se fusionaron para crear lo que en nuestros días es la religión católica con sus peculiares expresividades que caracterizan a nuestra arquidiócesis. Ello produjo propuestas formales cargadas de misticismo religioso. La religiosidad para el mexicano no es únicamente un mito que manifiesta ejerce los domingos en el templo, es parte de su vida le acompaña, le hace partícipe como en el catolicismo y en la época prehispánica; el rito se manifiesta más allá del espacio sagrado, lo lleva dentro de él. Todas estas nuevas concepciones no podían pasar inadvertidas y por tanto tampoco excluidas de la arquitectura del templo. Hoy día, el templo religioso se debate entre la identidad local y global (como sucede en casi todos los ámbitos de la sociedad), se ha perdido la identidad de la particular religiosidad mexicana que se plasmaba en el templo. Es importante conocer cuál es la identidad religiosa del mexicano hoy, para exaltarla en el espacio sagrado.

Conclusiones

La historia de una sociedad no sólo vive con las ideas explícitas, sino también en las creencias implícitas. En donde existen dos dominios: las ideas y las creencias. Las creencias viven en capas más profundas del alma y por eso se transforman más pausadamente que las ideas. Para los mexicanos las creencias han sido casi inmutables a través de los siglos. Los espacios que albergan los rituales de estas creencias han cambiado formalmente según el tiempo y la realidad social. Es cierto que nuestra concepción contemporánea de la religión es en la actualidad más humanista y libertaria; pero eso no significa que se haya perdido la concepción de lo sagrado o el misticismo religioso. Es importante poner especial atención en estos elementos particulares que conforman el templo, ya que parece que los arquitectos en lugar de concebir espacios mágicos, diseña una construcción más para agregarla al perfil urbano de la ciudad. El templo tan simple y compleja de apenas algunos elementos como en atrio, la nave el presbiterio, el altar, la capilla, la sacristía, etc. Se revela al ser tratada como un escueto programa arquitectónico, y expresa su complejidad en lo útil-simbólico. La esencia del templo es transportable a la casa; casa de Dios, casa del hombre que lo refugia y alberga. Que lo llama a vivir en la constante religiosidad y en el experimentar de lo ultraterreno. El Reto es hoy, saber traducir esta experiencia espacial a los diferentes ámbitos de la vida del hombre.

Imágenes y fotografías: Cortesía del autor.


Bibliografía

Anaya Duarte, Juan, "El templo en la Teología y la arquitectura", México: Universidad Iberoamericana, 1996.
Bachelard, Gaston, "La poética del espacio", México: Breviarios, Fondo de Cultura Económica, 1997.
Cassirer, Ernst, "El mito del Estado", México: Fondo de Cultura Económica, 1947.
Hartmann, Nicolai, "Estética", México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1977.
Paz, Octavio, "El laberinto de la soledad", México: Fondo de Cultura Económica, 1993.
Worringer, Wilhelm, "La esencia del estilo gótico", México: FCE, 1973.

Irasema Gallo Ramírez